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V.3. EVOLUCION DE LA ESTRUCTURA DE
LA DISTRIBUCION
La din�mica arrolladora de la
distribuci�n tiene sus exigencias,
de tal manera, que se impone tener
un conocimiento al d�a y sacar
provecho de �l y de su evoluci�n,
en un terreno cada vez m�s
cambiante. Las tendencias actuales
en el campo del cliente
intermediario pueden sintetizarse en
tres clases de problem�ticas.
- modificaciones
- asociaciones
- marcas propias |
Lo primero que puede decirse
respecto a todas ellas es que no es
totalmente seguro, ni mucho menos,
que eliminen por completo los
baluartes eficientes del sistema
tradicional. El grado de �xito a
conseguir por las distintas
novedades puede variar. Lo decisivo
es estar preparados para actuar en
consecuencia, sea cual fuere el
sentido de la evoluci�n, que por
descontado jam�s llegar� a un t�rmino
final inmutable.
Como modificaciones a la
estructura tradicional registremos
el creciente desarrollo del
autoservicio, como t�cnica de
distribuci�n caracterizada por tres
notas esenciales:
- el acceso directo e inmediato
del consumidor al producto en el
momento de la compra, sin
intervenci�n ajena de persona
alguna;
- la fuerte motivaci�n de
adquirir art�culos no
previstos, simplemente por el
impulso provocado por la visi�n
y atracci�n del propio
producto;
- la reducci�n de precios de
venta, correspondiente al ahorro
en costos de personal que le
autoservicio ha de proporcionar.
El supermercado participa de esta
mentalidad de autoservicio, unida a
la exigencia de una gran superficie
de venta, para dar satisfacci�n a
otra necesidad sentida por un gran n�mero
de consumidores, al ahorro de tiempo
derivado de poder efectuar la mayor
parte de sus compras con rapidez y
en un solo lugar, evitando
desplazamientos.
El hipermercado constituye una
variante caracterizada por su
situaci�n, fuera de los l�mites de
la ciudad, aprovechando los efectos
de la creciente motorizaci�n, la
posesi�n de frigor�ficos de gran
capacidad y el consumo de productos
congelados, que permiten en conjunto
una disminuci�n en la frecuencia de
compra.
La huida de los problemas del tr�fico
interior de las poblaciones y la
reacci�n ante los grandes almacenes
y supermercados, est� en la base de
otra modalidad, la de los shopping
centers, traducible literalmente por
centros comerciales, que agrupan en
zonas pr�ximas a grandes v�as de
comunicaci�n, fuera de las
ciudades, un gran n�mero de
establecimientos capaces en su
conjunto de ofrecer todos los
servicios y art�culos deseables
para un consumidor.
Otra fulgurante realidad es la de
los cash and carry o autoservicios
mayoristas. No habi�ndose podido
encontrar una traducci�n aceptable
del t�rmino, se emplea la
denominaci�n original inglesa,
cuando, dispuestos a emplear m�s de
una palabra, podr�a recurrirse
perfectamente a titular este tipo de
establecimiento "autoservicio
mayorista", t�rmino m�s
inteligible y expresivo que la
traducci�n literal de la expresi�n
cash and carry, "pague y ll�veselo".
Como se ve la organizaci�n IFA
ha dado en Espa�a un vigoroso
impulso a esta t�cnica, cuyo
principio b�sico consiste en la
reducci�n de precios de venta al
detallista, a cambio de la
correspondiente disminuci�n en los
costos, conseguida por las
siguientes v�as fundamentales:
ahorro total de los gastos de
reparto, financiaci�n y cobros, y
econom�a sustancial en la plantilla
de personal, toda vez que el
comprador del supermercado mayorista
acude con su veh�culo al cash, coge
y acarrea personalmente los
productos situados en las estanter�as
y paga al contado.
La segunda de las problem�ticas
que es preciso afrontar se refiere
al movimiento asociativo de los
distintos estamentos de la
distribuci�n.
Los sucursalistas de tan honda
raigambre allende nuestras
fronteras, han proliferado en los �ltimos
a�os; Simago, ligado al Prinsunic
franc�s, es un ejemplo t�pico que
se expande en una serie de
establecimientos, cuya nota com�n
es la de poseer el mismo nombre, los
mismos art�culos, una organizaci�n
central de compras, unos servicios
completos de marketing y un estilo
similar en todos ellos, de acusada
personalidad.
Los sucursalistas est�n
constituidos normalmente por grandes
empresas, con financiaci�n propia
de los puntos de venta al p�blico o
sin ella; en el primer caso sit�an
al frente de cada establecimiento un
alto empleado responsable de la
gesti�n y de los resultados, aunque
sujeto a las direcciones centrales;
cuando el negocio pertenece a un
detallista ajeno, se liga por
contrato, que puede revestir en la
pr�ctica muy diversas modalidades y
distintos grados de integraci�n.
Uno de los procedimientos consiste
en la financiaci�n y suministro de
los stocks por parte del grupo
promotor, percibiendo el detallista
una comisi�n sobre la cifra de
ventas, cuando el precio es
determinado por la central, o por un
porcentaje sobre los beneficios en
caso de libertad en la fijaci�n de
precios. Otras modalidades consisten
en la venta de los productos al
detallista al precio de coste m�s
gastos, o el suministro a precio de
venta al p�blico, participando en
tal caso el detallista con un
elevado porcentaje del beneficio
bruto conjunto.
El sucursalismo ha empezado a
manifestarse en Espa�a como una v�a
para la expansi�n de los mayoristas
asociados. Diversas cadenas han
impulsado en los �ltimos tiempos su
penetraci�n a nivel detallista,
mediante la creaci�n de
supermercados propios o a trav�s de
diversas f�rmulas contractuales,
especialmente de franquicia.
En el l�mite, sin duda,
mayoristas y sucursalistas coincidir�n,
origin�ndose la figura del
mayorista- sucursalista.
Las cooperativas o grupos de
compra a nivel detallista o
almacenista, son agrupaciones cuya
finalidad esencial consiste en la
adquisici�n en com�n de los
productos que precisan sus miembros,
para gozar de las ventajas
inherentes al mayor poder de compra
que se deriva de la suma de las
necesidades individuales. La
denominaci�n de cooperativas es por
extensi�n, ya que si bien la mayor�a
adoptan esta forma pueden
constituirse legalmente como crean m�s
inconveniente.
A efectos de pol�tica de
distribuci�n debe distinguirse
claramente la cooperativa del grupo.
El grupo de compras no dispone
normalmente de almac�n ni compra
por su cuenta; efectuando el pedido
en com�n, el proveedor sirve y
factura individualmente aunque puede
cobrar en un solo documento, cuyo
importe prorratean los agrupados en
funci�n de sus respectivas
adquisiciones. La cooperativa en
cambio, dispone de capital e
instalaciones propias y corre de su
cargo el almacenaje y la distribuci�n
f�sica de la mercanc�a. Para el
fabricante representa un solo
cliente a efectos de servicio y
facturaci�n, por lo que normalmente
podr� conceder unas condiciones m�s
favorables que a los miembros de un
grupo, en compensaci�n de los
menores gastos de distribuci�n que
soporta.
Las cooperativas y grupos son de
�mbito variad�simo, desde los
puramente locales hasta los de nivel
regional e incluso nacional. Las
cooperativas de farmac�uticos son
un ejemplo del tipo primero,
mientras que las de alimentaci�n
SECUC, son t�picas del segundo.
El almacenista es el gran
competidor de los grupos y
cooperativas de detallistas, y
viceversa. Esto es as� por cuanto
al objetivo principal de comprar en
com�n directamente del fabricante,
las agrupaciones m�s progresistas
han incorporado otra larga serie de
servicios para sus afiliados, en
directa concurrencia con los que
tradicionalmente ofrece el
mayorista. Este es el caso de la
cooperativa de alimentaci�n GRUMA
de madrid, que agrupa 2.000
establecimientos de la capital.
Por esta y otra causas, nacieron
en Holanda y se expandieron con gran
�xito por distintos pa�ses, entre
ellos Espa�a, las cadenas o
asociaciones voluntarias de un
almacenista, normalmente afiliado a
un grupo, con gran n�mero de
detallistas individuales y libres.
En alimentaci�n los nombres de
Spar, Veg�, Ifaprix, etc., son
conocidos internacionalmente.
La libertad del detallista
integrante de una cadena, por
contraposici�n a lo expuesto al
analizar a los sucursalistas, reside
en la ausencia de una obligatoriedad
contractual seg�n la que la
totalidad de los productos que
comercialize deban provenir del
almacenista cabeza de cadena. Por
supuesto que se le exige una
concentraci�n de sus compras en el
almac�n central, al igual que una
prestaci�n econ�mica para sufragar
los costos de impulsi�n de la
cadena, publicidad, promoci�n,
etc., y la obligaci�n de situar el
nombre y s�mbolos de la cadena en
las fachadas y lugares preferentes,
a la vista del p�blico pero, en
cualquier caso, los deberes del
detallista toman la forma de simples
contraprestaciones a las ventajas
econ�micas, formativas y
promocionales que obtiene de su
pertenencia a la cadena, sin que
exista otra clase de v�nculo. Por
ello, el �xito de una cadena va �ntimamente
ligado a la eficacia que demuestra
el almacenista para mantener adictos
a sus asociados.
Con todo, la
"voluntariedad" representa
un evidente h�ndicap, a veces
insuperable, para la expansi�n de
las empresas mayoristas; de ah� esa
v�a hacia el sucursalismo y la
franquicia -que antes apunt�bamos-
por parte de los mayoristas de
cadenas voluntarias, quienes han
visto la necesidad de acercarse al
consumidor final y de lograr una
reducci�n de costes de distribuci�n,
mediante el aumento sustancial de
los vol�menes del pedido unitario y
de la reducci�n dr�stica del n�mero
de entregas, lo cual les permite
adem�s planificar mejor sus stocks.
El camino iniciado en Francia por
Promod�s con su ense�a Shopi ha
sido seguido en Espa�a por IFA, con
sus establecimientos Aldi; Veg� con
sus Veg�-ahorro, etc
La tercera problem�tica digna de
estudio y consideraci�n por parte
del responsable de marketing es la
posible colisi�n de intereses entre
la difusi�n de las marcas del
fabricante y las marcas propias por
parte de los sucursalistas, cadenas,
cooperativas, grupos y organizadores
de la distribuci�n. Dentro del
concepto de marcas propias se deben
incluir los denominados productos
"sin marca" o productos
"libres" que con distintas
denominaciones ha lanzado y
popularizado el sucursalismo franc�s
y que como su denominaci�n indica,
son productos que son suministrados
al p�blico envasados y sin marca,
exclusivamente en los
establecimientos pertenecientes al
propio grupo sucursalista.
Es esta una lucha potencial en la
que por el momento no puede
asegurarse que haya vencedores ni
vencidos. Las marcas propias y las
del fabricante coexisten en muchos
casos. En el momento de tomar
decisiones pr�cticas, tan
equivocada ser�a para un producto
la pol�tica de prescindir de la
existencia de los art�culos
vendidos bajo el nombre de los
diversos escalones de la distribuci�n,
como abandonar las posibilidades que
ofrecen las t�cnicas de marketing
dirigidas al consumidor para
impulsar la propia marca, bajo el
pretexto de que la comercializaci�n
llegar� a hacerse por completo con
marcas ajenas.
Igualmente ser�a un error grav�simo
por parte de cualquier distribuidor,
por fuerte que se sienta, prescindir
de aquellas marcas que el consumidor
demanda, ya que la satisfacci�n de
las necesidades del p�blico y la
rotaci�n con beneficio de los
productos constituyen en valor, que
debe primar al deseo de escapar a la
competencia de precios y ejercer
mayor dominio sobre el fabricante,
que son los motivos fundamentales
por los que a nivel distribuidor se
acaricia con cari�o la idea de la
comercializaci�n con marca propia.
La evoluci�n en s�ntesis de
esta dicotom�a depende del gran
protagonista del marketing, el
consumidor. Los ejecutivos
comerciales de empresas productoras
har�n bien en no utilizar medidas
coactivas que enfrenten a unas y
otras, cuando la relaciones
producto-distribuidor, deben estar
presididas en todo momento por el
signo de colaboraci�n. En este
sentido probablemente errar� el
fabricante que se niegue
rotundamente a fabricar con marcas
ajenas, al igual que lo hace el
distribuidor que impide el acceso a
sus almacenes o tiendas a las marcas
de los proveedores. Su �xito han de
buscarlo, unos y otros, en el
convencimiento del consumidor.
Dentro del arsenal de t�cnicas de
marketing cada uno dispone de armas
adecuadas; del grado de eficacia con
que se sepa emplearlas, depender�an
probablemente los resultados.
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