|
V.2. TIPOS DE CLIENTES
No existe una profunda
homogeneidad en la tipolog�a de la
clientela, en todos los sectores.
Generalizando, sin embargo, y
haciendo abstracci�n del
cliente-consumidor, final o
industrial, nos aparecen las figuras
del:
nbsp;
- Detallista
- Almacenista o mayorista
- Broker
- Distribuidor |
El detallista ejerce una decisiva
influencia en el resultado de
nuestras acciones de marketing. Esta
afirmaci�n sigue siendo v�lida, a
pesar de la profunda transformaci�n
que el comercio ha experimentado en
los �ltimos a�os, pasando en buena
medida de la venta personalizada a
la impersonal, con la aparici�n de
autoservicios, supermercados,
aparatos de venta autom�ticos, etc.
Si antes la influencia del
detallista era necesaria, como sigue
si�ndolo en los establecimientos
tradicionales, en el sentido de que
era capaz de convencer a un
consumidor de la bondad de la compra
de un determinado producto, en los
modernos establecimientos lo
importante es evitar la influencia
negativa, que se traduce en la
situaci�n inadecuada del producto,
el poco espacio a �l destinado o,
en el l�mite, su eliminaci�n de
las estanter�as.
El punto de venta, como se ver�
al analizar las t�cnicas de
merchandising, es de una importancia
tan vital, que la lucha
desencadenada por los fabricantes
para apropiarse del mismo con sus
productos, es realmente �pica. Y lo
ser� m�s a�n cada d�a.
Consciente de ello, el detallista
est� llegando a vender espacio,
como una mercanc�a escasa, tanto
para la colocaci�n de art�culos
como para su utilizaci�n
publicitaria. Dos tendencias
opuestas se observan en la continua
evoluci�n de este eslab�n
intermediario.
El comercio de tipo general est�
capitaneado por esta magnas
realidades de los almacenes por
departamentos o los grandes
supermercados e hipermercados, que
llegan a convertirse en verdaderos
emporios de alcance nacional e
incluso internacional. Practicando
un marketing agresivo y eficaz, con
las ventajas derivadas de la compra
masiva y aprovechando la indudable
comodidad para el consumidor de
realizar bajo un mismo techo la
totalidad de las compras previstas y
las originadas por impulso al
contemplar los productos, estas
grandes unidades de venta al detalle
originaron con su desarrollo una aut�ntica
revoluci�n, un claro aldabonazo en
las pr�cticas mercantiles cl�sicas,
de espera del comprador m�s que de
captaci�n activa del mismo.
La tienda especializada no tiene
por qu� batirse en retirada si
consigue a trav�s de una cuidadosa
preparaci�n, ofrecer lo que es dif�cil
de encontrar en un establecimiento
de tipo general, la atenci�n
personal del due�o, el prestigio de
una firma reservada a una "�lite"
y el surtido exhaustivo en
profundidad, ya que no en extensi�n.
De esta manera, una joyer�a podr�
resistir perfectamente los embates
del departamento correspondiente de
unos grandes almacenes, al igual que
una marisquer�a o una tienda de
quesos dispondr� normalmente de un
surtido dif�cil de conseguir en el
vecino supermercado.
Tambi�n es positivo y creciente
el importe de las modernas
concepciones del supermercado de
servicio, de tama�o medio, y del
discount, cobre todo adecuado a las
expectativas del comprador de cada
pa�s. Est� demostrado que ambas f�rmulas,
bien aplicadas, son capaces de
equipararse y aun de sobresalir en
su competencia con los grandes.
El almacenista es el cliente
intermediario que adquiere los
productos en grandes cantidades para
suministro a los detallistas, ofreci�ndoles
al propio tiempo otros servicios.
Para muchos, entre los cuales nos
incluimos, mayorista y almacenista
son denominaciones sin�nimas de una
misma figura comercial. Otros hacen
una sutil distinci�n, seg�n la
cual el mayorista ser�a comprador
de m�s alta envergadura, mientras
que el almacenista se surtir�a de
aquel en menores cantidades. As�,
por ejemplo, un cami�n completo de
pastillas de mantequilla, ser�a la
compra propia de un mayorista, quien
la repartir�a en lotes menores a
los almacenistas. En el terreno pr�ctico,
almacenista y mayorista se
confunden, ya que es dif�cilmente
justificable este escalonamiento.
No es �bice lo antedicho para la
existencia de dos tipos de
almacenistas, claramente
diferenciados, bajo un criterio de
distinci�n que no tiene ning�n
punto de contacto con el indicado
anteriormente. Se trata del
almacenista de la compra,
contrapuesto al almacenista de
venta, y que tiene su raz�n de ser
en aquellos art�culos cuya producci�n
est� sumamente diseminada. La mayor
parte de la artesan�a aut�ntica, y
los quesos de fabricaci�n casera,
para citar dos ejemplos bien
dispares son mercanc�as t�picas
que exigen la presencia de un
almacenista comprador, que poco
tiene que ver con la problem�tica
del marketing. Por ello, se entender�
que nos referimos al
mayorista-vendedor al hablar
simplemente de almacenista.
El almacenista presta unos
determinados servicios al fabricante
y otros al detallista, que
justifican su presencia. Al
fabricante, le ofrece la posibilidad
de simplificar su distribuci�n:
compras importantes por pedido,
mayor facilidad en el control de
cobros y cr�ditos, en muchos casos,
financiaci�n indirecta al adquirir
mercanc�as en �pocas de producci�n,
a menor precio, para almacenarlas y
expenderlas en los momentos de
consumo.
Y no hay que olvidar, cuando se
trata de almacenistas agrupados en
organizaciones nacionales, el
servicio de distribuci�n f�sica en
un �mbito nacional y el servicio de
difusi�n de las marcas y de impulso
de la venta en los puntos de venta
detallistas, asociados o no.
Al detallista, le ofrece el
suministro en cantidades reducidas
de una amplia gama de productos, con
frecuencia el transporte directo de
las mercanc�as hasta su
establecimiento, asesoramiento en
cuanto a diversas necesidades,
ciertas facilidades en materia
crediticia, en plazos y forma de
pago, mayor flexibilidad en la
atenci�n de reclamaciones,
devoluciones, etc.
Lo que nunca debe olvidar el
responsable de marketing de una
empresa es que el almacenista es un
poderoso aliado, capaz de expandir
el producto con rapidez y
eficiencia, siempre que su demanda
est� asegurada. Entendiendo
rectamente el sentido de la expresi�n,
es posible afirmar que el
almacenista es un mal vendedor. En
primer lugar, porque en su cat�logo
normalmente se incluyen marcas
comprendidas entre s�; esta forma
de actuar es una nota esencial del
concepto de almacenista, que s�lo
se ve truncada por excepci�n; si
tiene que servir al detallista, ha
de suministrarse lo que �ste desea
y no todos los cliente,
afortunadamente, son tributarios de
una sola marca. Tampoco facilita su
labor de venta la extensa variedad
de art�culos que simult�neamente
ofrece un mayorista. No es extra�o
que un almacenista de ferreter�a
comercialice m�s de 10.000
referencias distintas o que pasen de
2.000 los productos ofertados por un
almac�n de coloniales.
Modernamente se ha discutido la
utilidad y, como consecuencia, las
posibilidades de supervivencia del
almacenista. Quienes, bas�ndose en
tendencias manifestadas por una
serie de fabricantes, de llegar con
sus propios medios de venta y
distribuci�n directamente al
detallista, efect�an tan pesimista
previsi�n, est�n visiblemente
equivocados en cuanto a la mayor�a
de los sectores de actividad, donde
el porvenir reserva al almacenista
un puesto de primera l�nea. Para
sobrevivir sin embargo, debe �ste
lograr algo que est� en su mano
conseguir, tener ideas claras en dos
puntos esenciales: sus m�rgenes de
beneficio unitario han de ser
necesariamente reducidos y por tanto
la eficacia de su negocio residir�
en un alto volumen de ventas con una
rotaci�n extraordinaria, y en
segundo lugar, sus costos totales de
distribuci�n han de ser inferiores
a los del fabricante, a igualdad de
servicio. Estos dos puntos, que son
la clave de su subsistencia y
progreso a largo plazo, no son utop�as,
desde el momento en que puede
suministrar al detallista una l�nea
de art�culos incomparablemente m�s
vasta que cualquier productor, por
amplia que sea la gama de �ste.
En un terreno pr�ctico, el
futuro probablemente nos deparar�
una creciente necesidad por parte
del fabricante de provocar la
demanda del consumidor por los
medios directos a su alcance:
publicidad, promoci�n, mejora del
producto, innovaci�n, etc., y un
traspaso, cada vez m�s acusado, a
los almacenistas de las funciones
puramente distributivas, de m�s
elevado costo y complicaci�n cada d�a.
La figura del intermediario que
denominamos broker con terminolog�a
anglosajona, podr�a traducirse por
"comerciante a comisi�n".
Su nota caracter�stica que le
diferencia del almacenista, es que
vende los productos de distintos
proveedores, que pueden ser incluso
competidores entre s� "por
cuenta de los mismos". En
cuanto recibe mercanc�as en grandes
cantidades, las almacena, vende,
distribuye y cobra, efect�a el
mismo tipo de operaciones que un
mayorista.
En la pr�ctica, sobre todo en
casos de necesidad de capital
circulante por parte de los
remitentes, puede incluso adelantar
el importe de los productos
almacenados mediante una liquidaci�n
provisional a ajustar
posteriormente, una vez vendidos.
La retribuci�n del broker puede
revestir dos modalidades, iguales en
cuanto al principio que las informa,
aunque distintas en detalle: o bien
se reserva el broker una comisi�n
global con la que despu�s de
sufragar todos los gastos, obtiene
el beneficio de su actividad, o bien
traspasa al fabricante los costos
concretos de comercializar cada
remesa y percibe una peque�a comisi�n,
que en tal caso resulta neta.
El t�rmino broker recibe, en
determinados sectores de actividad,
distintos nombres: asentador,
comisionista, corredor, etc. Lo
importante no es el nombre sino la
funci�n, que al igual debe
distinguirse de la del almacenista,
al no actuar por cuenta propia, no
puede confundirse tampoco con la
propia del representante o agente de
ventas a comisi�n, que ser�
estudiada al ocuparnos del personal
de ventas en el cap�tulo 26. Entre
otras caracter�sticas
diferenciales, el broker responde
del buen fin de las operaciones,
dispone normalmente de libertad de
materia de precio, recibe y entrega
los productos y puede trabajar
simult�neamente con empresas
competidoras entre s�.
Finalmente, se entiende t�cnicamente
por distribuidor al gran mayorista a
nivel de fabricante, quien se ocupa
de la labor de venta y distribuci�n
de toda o una gran parte de la
producci�n de un proveedor. Por su
naturaleza queda claramente
diferenciado del almacenista en
varios sentidos. El distribuidor
comercializa un n�mero
relativamente reducido de productos,
pudiendo trabajar, en el l�mite,
para un solo fabricante, en
contrapartida con la amplia gama de
art�culos propia del almacenista.
La extensi�n de este �ltimo en
cuanto a productos y su limitaci�n
respecto a la zona donde desarrolla
sus actividades contrastan con la
amplitud, nacional e incluso
internacional, del territorio
abarcado por un distribuidor y la
reducci�n del n�mero de productos,
para conseguir la debida eficiencia.
La exclusividad es otra de las
caracter�sticas diferenciales del
distribuidor.
Con la potenciaci�n de
organizaciones de distribuci�n
integradas por la asociaci�n de
mayoristas, especialmente en los
sectores de alimentaci�n droguer�a
y textil, el t�rmino
"distribuidor" aplicado a
este tipo de almacenista agrupado ha
tomado carta de naturaleza.
Al igual que el almacenista, el
distribuidor puede operar bajo la
marca del fabricante o con marcas
propias. En este caso, corren
normalmente a su cargo no s�lo los
costes de venta y distribuci�n,
sino tambi�n los restantes de sus
acciones de marketing.
Para no incurrir en confusi�n
aclaremos que no es propiamente
distribuidor en el sentido expuesto,
el establecimiento detallista a
quien se denomina con este t�rmino.
En rigor, se trata de un punto de
venta que goza de una cierta
exclusividad a cambio del compromiso
de propagaci�n de la marca y de
alcanzar una cifra de negocio
determinada.
Los miles de
"distribuidores" Philips
no son tales, bajo el significado
aut�ntico que en marketing tiene el
concepto de distribuidor.
|