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El techo m�ximo: valor percibido
por el consumidor
4.1. Discriminaci�n de
Precios
Si el vendedor realmente fija sus
precios en funci�n del valor, deber�
tener distintos precios o tarifas
para vender su producto a distintos
grupos de consumidores. A semejanza
de lo que hace el vendedor de
alfombras en un bazar persa,
regatear�a el precio de cada una de
las ventas, hasta alcanzar un precio
aceptable tanto para �l como para
el comprador. En el caso de bienes f�sicos,
sin embargo, esta estrategia no
puede ser viable, a menos que la
forma del producto pueda alterarse
de tal manera que sea posible
persuadir a los consumidores de que
la variedad del producto que se
vende en otro segmento del mercado
es distinta del que ellos est�n
comprando. Por ejemplo, un
fabricante de detergentes o de
productos para limpieza puede
utilizar distintas marcas y tipos de
envase, seg�n que el producto vaya
destinado al consumo del hogar o en
la industria, fijando dos precios
diferentes para la misma combinaci�n
de productos qu�micos. Una
discriminaci�n tal en precios
solamente puede funcionar en tanto
en cuanto:
- Los productos que se venden a
un segmento del mercado no
quedan al alcance de los
compradores en los otros
segmentos.
- Los compradores en distintos
segmentos de mercado no saben
que pueden comprar el mismo
producto bajo una marca
diferente a otro precio. L�gicamente,
es m�s f�cil intentar
presionar en precios a base de
variaciones en el dise�o o en
la formulaci�n de un producto,
para adaptarlo mejor a las
necesidades de distintos
segmentos de mercado.
La discriminaci�n en precios por
tipos de clientes es pr�ctica
corriente en la comercializaci�n e
servicios. Una compa��a a�rea
puede tener un precio para el
billete normal de adulto, otro para
los ni�os, otro para la esposa que
acompa�a al hombre de negocios y
otro para los viajeros que est�n
dispuestos a esperar hasta el
momento de la salida del vuelo para
saber si quedan plazas libres o no.
Adem�s, las tarifas pueden variarse
seg�n sean d�as laborables, fines
de semana, invierno o verano, vuelos
diurnos o vuelos nocturnos. Otro
ejemplo podr�an ser las empresas
que prestan servicios de inform�tica,
los cuales pueden tener un precio
fijado para las puntas y otro para
los valles, un precio para
bibliotecas y otro para empresas,
etc.
La raz�n por la cual la
discriminaci�n en precios es
particularmente viable en el sector
de servicios es que los
"productos" de dicho
sector suelen tener una gran
utilidad de tiempo, en funci�n del
momento en que se presten. Si un
autom�vil de alquiler queda
desocupado durante la noche del
domingo, es imposible guardar esta
noche y venderla el lunes o enviarla
a otra ciudad, o guardarla y
venderla durante temporada alta. Lo
mismo puede decirse de un asiento en
un determinado vuelo, de un anuncio
de 30 segundos en televisi�n o de
una entrada en un partido de f�tbol.
En cada uno de estos servicios, si
no se vende precisamente en el
momento en que est� disponible, se
ha perdido para siempre.
4.2 Sensibilidad al precio
Una de las consideraciones m�s
importantes al pensar en el precio
como expresi�n del valor del
producto es el grado de sensibilidad
que tenga el comprador ante dicho
precio. La sensibilidad al precio
variar� considerablemente entre
compradores e incluso, trat�ndose
de un mismo comprador, en el tiempo
o seg�n las circunstancias. Los
compradores que pueden pasar el
coste de una compra son menos
sensibles al precio que los que
deben absorberlo ellos mismos. Por
ejemplo, un ejecutivo cuyos gastos
van a cargo de su empresa suele
tener menos sensibilidad al precio
de los costes de viaje que un
profesional libre que los paga de su
propio bolsillo.
La sensibilidad al precio tambi�n
depende de los criterios o baremos
con que se mida el grado de eficacia
y acierto del comprador. El
ingeniero encargado de comprar
equipos de proceso para una nueva
planta de productos qu�micos ser�
menos sensible al factor precio que
al plazo de entrega, a asegurarse de
que no tendr� problemas de puesta
en marcha y al grado de servicio
disponible. Para medir la eficacia y
el acierto o no de las decisiones
tomadas por el ingeniero, el coste
del equipo es menos importante que
el asegurar el buen funcionamiento
del mismo. En consecuencia,
probablemente est� dispuesto a
pagar un precio extra a un
suministrador que tenga buena fama
de alta calidad y de prestar un
servicio excepcionalmente bueno.
Para el ejecutivo que ha de tomar
la decisi�n, los criterios de
medici�n de su grado de eficacia
establecen en la pr�ctica el valor
relativo de los distintos atributos
de su producto, ya que el directivo
sabe que ser� juzgado seg�n dichos
criterios. he aqu� el motivo de que
en las situaciones de compra de
productos industriales, los jefes de
compras sean normalmente m�s
sensibles al precio que los
ingenieros. Cada uno es medido por
un rasero distinto...
La sensibilidad ante el precio
tambi�n depende del grado de
incertidumbre que entra�e el
cambiar de un proveedor a otro que
ofrezca un precio inferior.
Normalmente, una diferencia de
precio relativamente peque�a no es
suficiente para hacer cambiar de
suministrador, es decir, para
conseguir que el comprador supere
las incertidumbres sobre un
suministrador del cual desconoce la
calidad del producto, el servicio y
el grado de fiabilidad en plazos de
entrega. Adem�s, a menudo hay una
cierta preocupaci�n por quedar
"atrapado" con alg�n
proveedor nuevo, en situaci�n
vulnerable ante sus siguientes
aumentos de precios. Por todo ello,
las diferencias de precios entre el
proveedor habitual y los dem�s
proveedores potenciales tienen que
ser bastante importantes para
conseguir que el comprador cambie de
un suministrador conocido y con el
cual se entiende, a un suministrador
nuevo y relativamente desconocido.
4.3 Conclusiones
Como hemos visto en los p�rrafos
precedentes, el valor que el cliente
d� a nuestro producto establece el
precio m�ximo al cual lo podemos
vender. La cuantificaci�n concreta
de este precio m�ximo es obvia en
el caso de productos que se venden
por los ahorros econ�micos que
produzcan al cliente. El problema
surge en la mayor�a de los casos en
los que, o bien no existen ahorros
cuantificables (productos de
consumo), o bien �stos no
constituyen la variable
determinante. Fijar los precios m�ximos
en funci�n del valor es tarea que
exige un an�lisis profundo del
comportamiento de compra de nuestros
clientes y, en definitiva, un juicio
de s�ntesis con componentes
subjetivos.
Una vez cuantificados el techo m�nimo
(los costes relevantes) y el techo m�ximo
(valor para el cliente), la tarea
consiste en fijar el precio
definitivo entre los dos puntos,
para lo cual ser� preciso tener en
cuenta, adem�s, la competencia,
nuestros objetivos y las
restricciones de tipo legal.
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