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"La Gran Oportunidad - La Suerte Consiste en Estar Preparado Cuando Llega la Ocasión" Lair Ribeiro"La Gran Oportunidad - La Suerte Consiste en
Estar Preparado Cuando Llega la Ocasi�n" Lair Ribeiro

Primer Cap�tulo: Nace una promesa


Hace setenta y ocho a�os nac�a en una peque�a aldea del interior un beb� peque�o y muy delgado, de piel clara y llanto d�bil, el cuarto hijo de una familia de campesinos. Result� ser una criatura fr�gil que, ya durante su primer mes de vida, y ante la desesperaci�n de todos, no aceptaba el pecho de su madre. No hab�a manera de alimentarlo y, por ello, el ni�o no paraba de llorar.
�Pasa hambre, por eso llora tanto �dec�a la madre, una mujer sin estudios, de rasgos finos y cuerpo maltratado por la dura vida que llevaba�. Me lo dice el coraz�n, mi leche tiene algo que le disgusta.
El padre, un hombre rudo y corpulento, tambi�n sin estudios y que nunca hab�a abandonado aquellas tierras �speras, empezaba a perder la paciencia. �l y los otros tres hijos del matrimonio, que pasaban el d�a entero trabajando en el campo, ya no encontraban en casa el sosiego que necesitaban, pues el beb� lloraba a todas horas. Apenas descansaba y dorm�a mal. Y as�, cuando aquel hombre ve�a que Ana, su esposa, intentaba en vano calmar al reci�n nacido y alimentarlo, protestaba.
��Es que nunca dejar� de llorar este ni�o?
Un d�a como otros, cuando llegaron a casa, sudorosos por el calor del mediod�a, el padre y los hijos mayores encontraron a la madre muy nerviosa y con el peque�o en brazos.
�No ha dejado de llorar ni un momento �les explic�. Llevo todo el d�a con �l en brazos para calmarlo y no he podido hacer la comida.
El padre, sin disimular su irritaci�n, dio un golpe en la mesa y exclam�:
��No hay bastante con tener que o�r a este mocoso durante toda la noche? �Tambi�n tendremos que quedarnos sin comer? �Esto es el colmo! Me vuelvo a las tierras, no tengo paciencia para esperar a que el ni�ito de mam� deje de llorar.
La pobre mujer s�lo atin� a decir, entre sollozos:
��Ya no s� qu� hacer! Lo he probado todo: rechaza el pecho, y la leche de vaca no la quiere ni sola ni aguada, ni tibia ni fr�a. Por el amor de Dios, �qu� m�s puedo hacer?
En ese instante, el hijo primog�nito abraz� cari�osamente a la madre y le sugiri�:
�Mam�, �por qu� no le das a probar la leche de Flacucha?
��Claro! �La leche de Flacucha! �gritaron todos a la vez. Y salieron corriendo a buscar a la cabra que viv�a en un cobertizo, en la parte trasera del patio, con las gallinas, y que estaba criando una cabrita reci�n nacida.
A partir de ese d�a el beb� comenz� a alimentarse y a dormir a pierna suelta, para alegr�a de la madre y mayor tranquilidad del padre y de los hermanos. Por fin la comida estar�a en la mesa a la hora de costumbre y podr�an dormir por las noches.
El ni�o creci� sin mayores contratiempos, aunque a los ocho a�os la madre a�n le dedicaba un cuidado especial a aquel cr�o de ojos azules y cabello claro que tan dif�cil se lo puso durante los primeros meses de vida.
Los hermanos mayores, obligados a ayudar todos los d�as en las duras tareas del campo, llegaron a sentirse un poco celosos. Con todo, entend�an la preocupaci�n exagerada de la madre, pues aquel peque�o hab�a sido engendrado cuando ella ya era bastante mayor.
Tal vez fuera el padre quien peor lo llevaba, pues no ve�a con buenos ojos que ella estuviera siempre atenta a los deseos del hijo.
�Al final vas a criar un ni�o consentido. Te pasas todo el d�a con �l, arriba y abajo, siempre dispuesta a darle hasta el �ltimo capricho, a hacer todo lo que te pida... Incluso su queso es especial... Creo que ha llegado el momento de que me lo lleve a las tierras a trabajar �solt� el padre en una ocasi�n.
Pero la madre, desesperada, imploraba al marido que no expusiera al peque�o al rigor de aquel sol abrasador... Tem�a por su piel clara, por su salud. Por fortuna, el hijo mayor, sensible a la preocupaci�n de la madre, sol�a interceder y apaciguaba al padre. Incluso un d�a dijo:
�S�. Lo mejor ser� que se quede en casa y que ayude a mam� en las tareas dom�sticas. P�lido como es, seguro que en el campo m�s que ayuda ser�a un estorbo. �Mir� entonces al benjam�n de la casa y a�adi�, con cierta sorna�: �Se derretir�a como la mozzarela en una sart�n!
Todos se echaron a re�r. Desde entonces, el h�roe de nuestra historia recibi� al cari�oso apelativo de Muss,1 por el queso mozzarela.
Muss era el responsable de preparar el desayuno de todos los miembros de la familia. Se levantaba muy temprano por la ma�ana, antes que nadie, se acercaba a la cuadra y orde�aba con mucha maestr�a a Flor, la vaca de la casa. Adem�s, aprovechaba para dar de comer a Flacucha, la cabra, por la que sent�a un cari�o especial. Al fin y al cabo, el animal le hab�a salvado la vida.
Despu�s de desayunar, el padre y los hermanos mayores se iban a las tierras y Muss a la escuela, un privilegio conquistado a fuerza de muchas s�plicas de la madre.
�Antes o despu�s �argumentaba el hombre con pesimismo� acabar� con la azada entre las manos, como sus hermanos.
Pero la madre ten�a la esperanza puesta en su reto�o. Sab�a que la vida de Muss iba a ser diferente. Ya de peque�o se mostraba enormemente interesado por las historias que ella le contaba y siempre le ped�a que se las volviera a contar, pero de manera diferente.
Muss ten�a doce a�os de edad cuando su padre cay� enfermo. Por aquel entonces el hermano mayor ya se hab�a casado y se hab�a mudado a un pueblo bastante alejado, donde trabajaba unas tierras heredadas por su esposa. De modo que los otros dos hermanos tuvieron que hacer frente solos a la responsabilidad de procurar el sustento de la familia.
Las cosas se pusieron realmente feas. La familia Leite se enfrentaba a los problemas con decisi�n, convencidos como estaban todos de que superar�an el trance y de que el padre, aunque ya viejo, recuperar�a la salud. Las cosas volver�an a ser como antes, pensaban.
No fue as�. Tras un a�o de penalidades, el pobre hombre muri� y las dificultades crecieron.
La madre, al ver que la situaci�n empeoraba cada d�a que pasaba, comenz� a rezar y a pedir a Dios que le diera una soluci�n. Ciertamente tem�a que los dos hijos que le quedaban en casa sacaran a Muss de la escuela para que les ayudara en el campo.
Una buena ma�ana, mientras rezaba arrodillada ante una peque�a imagen que guardaba en su habitaci�n, Muss entr� corriendo y le dijo:
��Mam�, ya s� qu� podemos hacer para ganar dinero!
Ante la expresi�n de sorpresa de la madre, Muss explic�:
�Haremos lo que t� sabes hacer tan bien: �fabricaremos queso y lo venderemos!
La madre no crey� demasiado en aquella idea al principio, pero como ve�a a Muss tan ilusionado prefiri� no contrariarlo. De este modo, mientras los hermanos trabajaban la tierra, Muss y su madre empezaron a elaborar y vender queso. �El peque�o negocio de la familia Leite hab�a empezado!
Gracias al entusiasmo de Muss en su nueva actividad y al amor que la madre pon�a en hacer lo que tanto le gustaba �preparar queso� consiguieron que el negocio saliera adelante. Muy pronto el inter�s que despertaban los quesos de la se�ora Ana creci� enormemente, as� que Muss se vio obligado a comprar leche en las granjas vecinas.
El negocio iba viento en popa y pronto fue necesario incorporar gente nueva a su empresa. Primero fueron las novias de los hermanos; despu�s, las t�as, que viv�an en la cercana ciudad; a continuaci�n, amigos de la aldea y de los pueblos vecinos. Antes de que se dieran cuenta ten�an ya m�s de treinta personas trabajando con ellos. Adem�s, ya no hab�a suficiente con la leche que se produc�a en la regi�n y tuvieron que ir a buscarla mucho m�s lejos.
Do�a Ana se sent�a muy orgullosa del negocio que hab�a creado con su hijo Muss. Ciertamente ten�a que encargarse de una enorme producci�n de queso, pero lo hac�a con el mismo amor y cari�o con el que en otros tiempos elaboraba el queso de la familia.
Cierta noche, cuando ya contaba con dieciocho a�os, Muss decidi� confesarle a su madre un secreto que guardaba muy dentro de s�.
�Mam�, he conocido a una chica. Se llama Lorena y trabaja aqu�, con nosotros.
�Ya tienes edad, hijo m�o. De verdad que me alegro mucho por ti.
�Queremos casarnos.
A la madre le sorprendieron aquellas palabras. Tras unos instantes de desconcierto, sonri� con cari�o y le dijo:
�Hay un momento para cada cosa, Muss. Tendr�s tiempo de casarte y ser muy feliz con tu esposa, pero pienso que lo m�s importante ahora es que dediquemos todo nuestro esfuerzo a este negocio.
�Pero mam�, �qui�n nos hubiera dicho hace unos a�os que llegar�amos tan lejos con nuestro queso? Ganamos dinero y la empresa prospera. Ahora s�lo es cuesti�n de mantener el ritmo.
Pero la madre no estaba de acuerdo, as� que con palabras prudentes le pregunt�:
��Ad�nde crees que hemos llegado?
��No te das cuenta? Tenemos una empresa, tenemos el sustento garantizado. Con nuestra f�brica de quesos ya no tendremos que preocuparnos m�s de si llegamos a final de mes. Y ahora que he terminado mis estudios, puedo permitirme el lujo de casarme con Lorena, tener mi propia familia y cuidar de ti. Y tambi�n ayudar a mis hermanos, que no han tenido tanta suerte como yo. �Luego a�adi� con aires de suficiencia�: Hemos llegado a lo m�s alto. Ahora s�lo se trata de saber administrarlo y de disfrutar de la vida.
La madre lo mir� con expresi�n de condescendencia.
�Bendita juventud, que todo lo ve f�cil �respondi�. Vamos a hacer una cosa, hijo: invita a Lorena a cenar y hablaremos los tres de vuestro futuro.
Fue un s�bado. Lorena vest�a un conjunto sencillo, pero que en ella resultaba elegante gracias a su figura esbelta y a sus finos rasgos. Llevaba en la mano un ramo de flores y cuando vio a la madre de Muss se lo ofreci� de inmediato, con una sonrisa en el rostro que cautiv� a do�a Ana.
La velada result� muy agradable. Mientras com�an, Lorena le explic� que sus padres ten�an una granja, bastante lejos de all�, que les suministraba leche, y que ella viv�a ahora en casa de una hermana casada. Muss comprob�, aliviado, que entre su madre y Lorena se establec�a una corriente de simpat�a y respeto.
Despu�s de cenar se sentaron a tomar caf� en el sal�n.
�He estado pensando en lo que dijiste el otro d�a, y la verdad es que me preocupa que creas que ya has llegado a lo m�s alto.
�Pero, mam�... �empez� a decir Muss.
�Ssshhh... �le interrumpi� Lorena�. Deja que tu madre hable.
�Hijo m�o, �c�mo es posible que a tu edad pienses que ya has alcanzado tus objetivos? Apenas est�s comenzando, esta f�brica de queso s�lo es un primer paso. �C�mo puedes conformarte con tan poco, t�, que has tenido mejores oportunidades que tus hermanos? �Recuerdas cuando le ped�amos a Dios que nos abriese una puerta, que nos mostrara un camino? �l lo hizo. �No crees que ahora tenemos la obligaci�n de corresponder a las expectativas que �l deposit� en nosotros?
Do�a Ana hablaba con mucha convicci�n, con seguridad.
�Yo pienso como tu madre �intervino Lorena�. Estoy convencida de que es posible conseguir mucho m�s, que esta empresa familiar puede crecer y convertirse en algo realmente grande.
�Ya no se trata s�lo de crear un negocio para la familia. Algo en mi interior me dice �sigui� do�a Ana� que est�s destinado a marcar la diferencia en el Universo. Creo que debes hacer algo que marque tu vida para siempre, que te convierta en un gran hombre, con una gran historia. Con una historia tan grande que tus descendientes se sientan orgullosos de ella.
�Esc�chala, Muss, hazle caso. �Lorena se mostraba entusiasmada.
�Pienso que Dios espera mucho m�s de ti; no me sirve que creas que has llegado �a lo m�s alto�, como dec�as el otro d�a. S� que puedes convertirte en un ejemplo para todos. Y para conseguirlo tienes que prepararte, debes seguir tu formaci�n, estudiar, adquirir m�s conocimientos.
�Y yo estar� contigo en todo momento �a�adi� Lorena.
Muss apenas descans� aquella noche. Despu�s de acompa�ar a Lorena a casa de su hermana, se meti� en la cama, cerr� los ojos e intent� dormir, pero un alud de pensamientos lo abrumaban.
Nunca hab�a visto aquel brillo de esperanza en los ojos de su madre, nunca la hab�a o�do hablar con tanta pasi�n, con aquel convencimiento. Jam�s olvidar�a la expresi�n de satisfacci�n en su rostro, las l�grimas de emoci�n, cuando le hizo aquella promesa: �Mam�, te prometo que te sentir�s orgullosa de m�. Creceremos y llevaremos prosperidad y abundancia a mucha m�s gente a�n�.
Hab�a tomado una decisi�n: antes de casarse estudiar�a, se especializar�a en la producci�n de quesos y convertir�a la empresa familiar en una gran industria.
A partir de aquel d�a, la vida de Muss cambi� por completo. Hab�a decidido llegar a ser un gran hombre, un ejemplo que seguir.
Descubri� entonces que para ser un gran hombre era necesario hacer aquello que los dem�s consideraban imposible. Descubri�, precisamente, que �imposible� era aquello que nadie se atrev�a a hacer, hasta que alguien lo hac�a. Para ser un gran hombre, pensaba Muss, en primer lugar deb�a trazarse una meta imposible y, a continuaci�n, alcanzarla.
Y as� fue como empez�. Con el apoyo de su madre y de Lorena, en primer lugar se puso metas muy altas, mucho m�s all� de lo que la realidad de aquel momento aconsejaba. Entonces, cuando su visi�n defini� un punto que los dem�s juzgaron imposible de alcanzar, inici� la segunda etapa de su plan: hacer lo que nadie hab�a hecho por considerarlo imposible.
�Cu�l era su objetivo?
Muss decidi� que se convertir�a en el Rey del Queso, que ser�a el propietario de la mayor industria l�ctea del mercado. De este modo empez� un viaje incre�ble hacia la autorrealizaci�n personal y profesional. En su mente, la promesa que hab�a hecho a su madre de contribuir al bienestar y la prosperidad de los dem�s.
 

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