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REGLA NUMERO UNO
Hay que considerar lo bueno que uno
tiene. Una vez que uno se da cuenta de lo valioso que es y de cuantas
cosas positivas tiene a su favor, las sonrisas volver�n saldr� el sol,
sonar� la m�sica y uno podr� finalmente avanzar hacia la vida que Dios
le se�al�... con gracia, fuerza, valor y confianza. Uno de los secretos
de la vida m�s importantes y siempre nuevo que tuve que aprender, con
dolor y l�grimas, es que uno no puede comenzar a dar un cambio total
en una existencia desesperadamente lastimada y derrotada ni dar un
salto para salirse de la triste rutina que su empleo y su carrera
significan, ni dejar atr�s ese callej�n sin salida de lo econ�mico que
parece haberlo condenado al fracaso y a una baja autoestima, a menos
que uno aprecie las cosas buenas que ya posee. �Cosas buenas? �Se
r�e usted? �Vaya sonrisa triste! �Est� tratando de decirme algo? �Dice
usted que tiene un caj�n lleno de cuentas? �Que tal vez su hija mayor
se est� preparando para ingresar en la universidad y que usted no
tiene �nimo par decirle que no puede ir? �Que se ha atrasado dos meses
en el pago de las mensualidades de su autom�vil y que su empleo no
parece muy seguro que digamos? �Cu�les cosas buenas, piensa usted? Lo
invito a permanecer conmigo ahora, mientras le ayudo a considerar
algunas de sus cosas positivas en este preciso momento en que usted
sigue sentado all� sintiendo l�stima por usted mismo. Hagamos una nueva
lista e intentemos asignar un valor monetario s�lo a unas cuantas de las
cosas buenas que hay en su vida, amigo lector, para que pueda darse
cuenta de lo rico que es usted realmente y de cu�ntas cosas buenas
tiene en su favor, aunque haya olvidado esto en su lucha diaria por
sobrevivir. �Cu�nto vale vivir en este gran pa�s? Responda usted, lo
reto a que le ponga precio a eso. �En d�nde preferir�a
vivir? �Cu�nto vale ser empleado de la buena compa��a en la que trabaja
si esta ma�ana usted estuviera de pie en una fila de
desempleados? �Cu�nto vale su carrera si se da cuenta de que
probablemente el 95 por ciento de la poblaci�n mundial gustosamente
dar�a diez a�os de su vida, o m�s por tener la oportunidad que
tiene? �Cuanto vale su libertad? �Y que tal con sus seres queridos y
los que aman a usted? �Cu�nto pedir�a por ellos? �Por los ojos?
�Aceptar�a un mill�n de d�lares por sus ojos? �Y en el caso de las
manos y los pies? �Cinco millones? �Diez? Es usted realmente un
ejemplar muy preciado, �verdad? En el caso de una confrontaci�n
definitiva probablemente usted no cambiar�a lo que tiene en este
preciso momento por todo el oro de Fort Knox, �no es verdad? Y con
tantas cosas buenas a su favor, d�game, por favor, �por qu� anda por
all� sinti�ndose triste, golpeado, derrotado y rechazado? �Por qu�? �Ya
basta! Hay una mejor manera de vivir para usted y empieza
hoy...
REGLA NUMERO DOS
Hoy, y todos los d�as,
uno debe dar m�s de lo que le pagan por hacer. La victoria del �xito
se habr� ganado a la mitad cuando uno aprenda el secreto de dar m�s de
lo que se espera en todo lo que uno hace. Hay que hacerse tan valioso
en su trabajo que m�s adelante uno se vuelva indispensable. Uno debe
ejercer su derecho de recorrer ese kil�metro adicional y disfrutar de
todos los beneficios que recibir�. �Bien se los merece! Me encanta
curiosear todas las tarjetas de felicitaci�n de car�cter humor�stico que
parecen estar ocupando cada vez m�s espacio en los anaqueles de la
mayor parte de las tiendas donde se venden tarjetas, y probablemente
env�o m�s de las que deber�a. Mi favorita de todos los tiempos fue la
tarjeta de tama�o exagerado que llevaba un borde grabado que la hac�a
parecerse a un t�tulo accionario y dentro del cual estaban impresas las
palabras "C�mo hacer dinero". Al abrir la tarjeta, se le�an s�lo tres
palabras impresas en una tinta de color naranja brillante: � P�NGASE A
TRABAJAR! En la vida todo tiene su precio y a menos que usted, lector,
pertenezca a esa reducida �lite que ha tenido todo resuelto desde la
cuna, me temo que la �nica forma en que puede usted pagar las cosas
que desea, necesita y con la que sue�a es con la compensaci�n que recibe
por el trabajo que desempe�a. Aunque est� asintiendo con la cabeza,
no parece feliz, amigo lector. �Est� luchando por ganarle la delantera
a las cuentas? �No est� progresando ni creciendo mucho en ese empleo
en el cual ya lleva demasiado tiempo sin lograr ning�n avance? �Le
gustar�a adquirir una casa nueva pero no le alcanza? �Lo mismo con la
carcacha que tiene por autom�vil? La vida de usted parece estar
empantanada; �c�mo salir del atolladero? Hay una respuesta, una
soluci�n, una regla, y apuesto que nunca le ha fallado a quienes la
han aplicado realmente. En lo tocante a mejorar el �mbito profesional
de su vida, amigo lector, el mayor secreto del �xito nos fue entregado
desde la cima de una monta�a, hace aproximadamente dos mil a�os,
cuando Jesucristo nos dijo que cuando nos vi�ramos obligados a
recorrer un kil�metro con alguien, deber�amos recorrer el doble siempre.
El Kil�metro adicional. Si, a partir de ma�ana, se propone usted
aportar m�s en su trabajo de lo que le pagan por hacer, comenzar�n a
ocurrir milagros en su vida. No importa a qu� se dedique usted para
ganarse la vida, sea que venda productos, pinte casas, maneje
computadoras o barra pisos - s� cada d�a hace m�s de los que le pagan
por hacer, en poco tiempo su patr�n de vida cambiar� para
mejorar. La manera m�s segura de condenarse uno mismo a una vida de
fracaso y l�grimas consiste en hacer �nicamente el trabajo por el que
le pagan. Claro que aportar m�s de lo que se espera que uno d� no har�
que uno sea muy popular con algunos de sus compa�eros de trabajo que
parecen dedicados a hacer lo menos posible por lo que les pagan... pero
�se es su problema, no el de uno. Usted, lector, viva su vida. Hay
personas que dependen de usted. Cuando usted da m�s de lo que le pagan
por dar, cada d�a, no s�lo se promueve usted mismo, sino que, al ser
indispensable, descubrir�, para su sorpresa, que a todo su alrededor
hay nuevas oportunidades, y m�s adelante podr� asignarse su propio
precio. Es una regla muy sencilla. �Recorra otro kil�metro! No le
costar� ni un centavo y, sin embargo, es una regla tan poderosa que,
cuando la siga, su vida cambiar� para siempre. Andrew Carnegie dijo que
hab�a dos tipos de personas que nunca lograban mucho en la vida. Una
es la persona que no quiere hacer lo que le dicen que haga, y la otra es
la persona que s�lo hace lo que le dicen que haga. Y cuando se le
pregunt� a Walter Chrysler qu� era lo que m�s necesitaba su planta,
repuso: - Diez buenos hombres que no est�n atentos al silbatazo ni se
la pasen pendientes de la hora en la car�tula del reloj. Hay que
sorprender a todos. Cambie sus h�bitos de trabajo. �Recorra ese kil�metro
adicional! Esto no significa que sacrifique a su familia ni su salud
en una compulsi�n insana por el �xito, pero es un m�todo maravilloso
para que usted extraiga todo lo que la vida puede ofrecer y todo lo
que usted se merece. Hay que trabajar como si uno fuera a vivir
eternamente, y vivir como si uno fuera a morirse hoy mismo. � Recorra
otro kil�metro!
REGLA NUMERO TRES
Cada vez que se
cometa un error o se haya sido abatido por la vida, no hay que
quedarse demasiado tiempo pensando en ello. Los errores son la forma
en que la vida le ense�a a uno. La capacidad de cometer errores
ocasionalmente es inseparable de la capacidad de lograr las propias
metas. Nadie gana de todas, todos, y las fallas que se tienen, cuando
ocurren, son simplemente parte del propio crecimiento. Hay que
sacudirse los errores. �C�mo podr�a uno conocer sus l�mites sin una
falla ocasional? Nunca hay que rendirse. Ya llegar� el turno de
uno. A lo largo de los siglos ha resonado una de las grandes verdades
menos entendida y, sin embargo, s�lo los sabios toman en cuenta su
consejo. Si se quiere tener �xito, hay que aprender a vivir con el
fracaso. El fracaso nos proporciona m�s sabidur�a que el �xito. Si
usted me muestra una persona que nunca ha tropezado, que nunca ha
tenido dificultades en su empleo y nunca ha cometido un error, yo le
mostrar� que es una persona con un futuro muy sombr�o. Los errores,
los desaciertos, las derrotas, son inevitables en esta vida rudimentaria
pero efectiva; sin embargo, si dejamos que eso nos vuelva miedosos, de
tal manera que cuando nos abaten dudamos en volver a intentarlo, nos
estamos condenando a una vida de arrepentimiento. Las mejores
lecciones que podemos llegar a aprender provienen de nuestros errores
y fracasos. Derrota. �Qu� es eso? Nada m�s, un poco de educaci�n, nada
m�s el primer paso hacia algo mejor. Las �nicas personas que nunca
fracasan son quienes nunca, pero nunca, intentan. En una ocasi�n, Mark
Twain cont� la historia de un gato que un d�a salt� para subirse a una
estufa caliente y se quem� la panza. Ese gato nunca m�s volvi� a
saltar para subirse a una estufa caliente - pero ese mismo gato �nunca
salt� para subirse a una estufa fr�a, tampoco! Con mucha frecuencia,
se sobrestima el valor de la experiencia... y eso puede ser muy da�ino
si impide que uno vuelva a intentar algo despu�s de haberse lastimado. Hay
un antiguo proverbio escandinavo que es una maravilla: "El viento del
norte hizo al los vikingos". El viento del norte puede hacer
maravillas por usted tambi�n, amigo lector. Hay que recordar que hasta
las vidas de m�s �xito contienen cap�tulos de fracaso, exactamente
como ocurre en toda buena novela, pero la forma en que termine el libro
depende de nosotros. Somos los autores de nuestros a�os, y nuestros
fracasos y derrotas s�lo son pasos hacia algo mejor. All� por 1974,
cuando Hank Aaron estaba a punto de alcanzar la marca del mayor n�mero
de cuadrangulares de todos los tiempos, impuesta por Babe Ruth, una
ma�ana llam� por tel�fono a su club de b�isbol, los Bravos de Atlanta.
Finalmente me comunicaron con su departamento de relaciones p�blicas,
y plante� mi pregunta: - S� que Hank lleva setecientos diez
cuadrangulares y que s�lo necesita cinco m�s para romper la marca de
Ruth, pero me surgi� una duda, �cu�ntas abanicadas lleva en su
carrera? -�Abanicadas, dice usted? - me pregunt� titubeante al joven
que estaba al tel�fono. - S�, �cu�ntas abanicadas? - Disc�lpeme,
pero tendr� que aguardar mientras averiguo ese dato, se�or. As� lo hizo
y pasaron varios minutos antes de que regresara al tel�fono. - Se�or
Mandino, hasta anoche, Hank llevaba setecientos diez cuadrangulares y,
como usted sabe, s�lo necesita cinco m�s para romper la marca del
mayor n�mero de cuadrangulares de todos los tiempos, impuesta por Babe
Ruth... - S�, ya s�... -...y ...en todos su carrera, lleva mil
doscientos sesenta y dos abanicadas. Le di las gracias, colgu� y luego
me qued� sentado sopesando la cifra que acababa de o�r. Qu� gran
ejemplo para usarlo en el futuro cada vez que tratara de precisar la idea
de no dejar nunca que los fracasos pasados impidan que uno vuelva a
intentar. All� estaba el mejor bateador de cuadrangulares que haya
habido... e incluso �l, incluso Hank Aaron, �tuvo que abanicar casi
dos veces por cada batazo que sacaba la pelota del parque! es cierto que
la vida es un juego con reglas que deben seguirse para triunfar, pero
uno no tiene que batear de cuadrangular cada vez que es su turno al
bat para tener �xito en este mundo. Preg�ntele a Hank, amigo
lector.
REGLA NUMERO CUATRO
Uno debe premiar
siempre sus largas horas de trabajo y af�n de la mejor manera, rodeado
de su familia. Hay que alimentar su amor con todo cuidado y recordar
que los hijos necesitan modelos, no cr�ticas, y el propio progreso se
intensificar� cuando uno se esfuerce constantemente por presentar el
mejor aspecto de uno mismo a los hijos. e incluso si uno ha fallado en
todo lo dem�s a los ojos del mundo, si se tiene una familia que lo
ame, uno es un triunfador. Frecuentemente se me pregunta sobre mis
hijos, actualmente mayores de edad, y c�mo los educamos, como si,
debido a los libros que he escrito, debi�ramos tener una f�rmula m�gica
especial con la garant�a de lograr el �xito en todo... incluso en la
formaci�n de ciudadanos del ma�ana brillantes, bien adaptados y
felices. Sin olvidar jam�s que el "otro Og Mandino" de hace muchos
a�os perdi� a su primera familia por su desconsideraci�n y negligencia,
actualmente siempre doy la misma respuesta... Lo mejor que podemos
hacer por nuestros hijos es dedicarnos conscientemente a ser modelos
de comportamiento para ellos. si uno les ense�a una manera y luego act�a
de manera contraria a sus palabras, pierde a sus hijos. Aparte de
guiarlos con el ejemplo, no es mucho lo que podemos hacer por ellos
excepto estar cerca para levantarlos cuando se caigan. No es demasiado
pedir �verdad? En la pared frente al escritorio hay un breve poema
escrito en caligraf�a sobre pergamino blanco y enmarcado. Debajo de
las palabras "Autor desconocido". Pegu�, inmediatamente despu�s de que
naci�, una peque�a foto de Matt. Tal vez el lector querr�a doblar esta
p�gina par volverla a leer en otras ocasiones. Para cualquier padre
que tenga un hijo peque�o Son ojitos dirigidos a ti que te observan
noche y d�a, son orejitas que captan r�pidamente todo lo que
dices, son manitas ansiosas por hacer todo lo que haces, y es un
ni�ito que sue�a con el d�a en que se parecer� a ti. Eres el �dolo del
muchachito, el mayor de los sabios, en su peque�a mente nunca surge la
menor sospecha sobre ti, cree en ti con devoci�n, sostiene que todo lo
que dices y haces, �l lo har� y lo dir� a tu manera, cuando
crezca, al igual que t�, nada m�s. Es un muchachito de grandes
ojos que crees que siempre tienes raz�n, y sus o�dos est�n siempre
atentos y te observa noche y d�a. Cada d�a, en todo lo que
haces, sirves de ejemplo para el ni�ito que espera con ansias
crecer para parecerse a ti. Hace varios a�os, justo antes de
emprender un largo viaje para hacer promoci�n de uno de mis libros,
hab�a vivido la terrible agon�a de ayudar a nuestro hijo menor a empacar
sus cosas antes de ponerme afuera de la puerta principal, con su
madre, y despedirlo cuando se fue en su autom�vil a iniciar su propia
vida en una residencia estudiantil de la Universidad Estatal de
Arizona. Despu�s de que se march�, recuerdo que camin� por el pasillo y
me sent� en su cuarto, a oscuras, orando porque Bette y yo hubi�ramos
proporcionado a Matt y a Dana, nuestro hijo mayor, la orientaci�n que
necesitar�an para enfrentar las m�ltiples adversidades de la vida con
que seguramente se topar�an. Mi viaje de promoci�n iba bien hasta una
ocasi�n en que particip� en un programa matutino de charlas de una
radiodifusora de Los �ngeles. en este programa en vivo participaba
tambi�n una novelista muy famosa cuyo nombre me reservo. De alguna
manera, la conversaci�n hab�a derivado al tema de nuestras familia, y
de nuestros hijos en particular. R�pidamente, la novelista se apoder�
del micr�fono y comenz� una larga perorata desagradable en contra de
sus dos hijos adolescentes. Admiti� que no pod�a manejarlos, que con
el padre no se pod�a contar porque nunca estaba en casa y que estos
muchachos la estaban volviendo loca. Nunca llegaban a tiempo a comer,
sus cuartos siempre eran un desorden y siempre pon�an sus aparatos de
sonido a un volumen tan alto, y en diferentes estaciones, por
supuesto, que el ruido tambi�n la estaba volviendo loca. Despu�s de o�r
tal vez unas doce veces esa fea expresi�n de "volverse loca", mientras
que esta c�lebre autora rebajaba a su hijos ante un auditorio bastante
grande, finalmente me exasper� y la interrump�. No puede evitarlo -
Sabe usted - le dije -, va a llegar el d�a en que est� usted caminando por
el pasillo de su casa y pase dos cuartos muy vac�os y silenciosos... y
entonces se preguntar� "�A d�nde se fueron?" �Por qu� no se va a su
casa, en cuanto termine este programa, abraza a sus hijos y
simplemente les dice que los ama?
REGLA NUMERO
CINCO
Hay que levantar este d�a sobre una base de pensamientos
agradables. Uno no debe preocuparse nunca por ninguna imperfecci�n que
uno tema que pueda impedir su progreso. Hay que recordar, tan seguido
como sea necesario que uno es hijo de Dios y que tiene el poder de
alcanzar cualquier sue�o si eleva sus pensamientos. Es posible velar
cuando uno decide que puede hacerlo. No hay que volver a considerarse
derrotado. Hay que dejar que lo que el coraz�n ambiciona sea el
proyecto de la propia vida. �Hay que sonre�r! Desde el principio de
los tiempos, los hombres sabios nos han estado diciendo que todo lo
que logramos, o no logramos, es consecuencia directa de lo que
esperamos de nuestras capacidades, nuestro valor y nuestro
potencial. James Allen nos dijo que los pensamientos dan buenos frutos
y los malos pensamientos dan malos frutos. Marco Aurelio, ese sabio
emperador y fil�sofo de la antigua Roma, nos dijo que nuestra vida es
lo que de ella hacen nuestros pensamientos. Buena o mala. Desdichada o
feliz. Triunfante o desesperada. Buda lo dijo de una manera todav�a
m�s en�rgica: �Todo lo que conocemos es consecuencia de lo que hemos
pensado. La mente es todo. Nos convertiremos en lo que pensamos. No
importa como se quiera llamarlo, los pensamientos positivos son
productivos, los pensamientos negativos estorban y destruyen. Si
uno les cree a esos hombres tan sabios, sabe que si uno se humilla a s�
mismo y menosprecia su talento, est� condenado al fracaso. Cuando uno
menosprecia su capacidad, sus antecedentes o sus conocimientos, al
poco tiempo el mundo estar� de acuerdo con esa evaluaci�n y enfrentar�
un triste futuro que no se merece. �Basta! Ya no m�s actitudes
negativas en la manera de pensar o de actuar. Esc�cheme bien, amigo
lector. �Usted simplemente no sabe lo bueno que es! S�, usted, el que
est� sentado all� compadeci�ndose... se parece usted mucho a un pato
que tenemos en nuestro patio. Cuando Matt estaba apenas en secundaria,
una tarde regreso a casa cargando una caja de zapatos con agujeros en
la tapa. Lo que m�s me tem�a resulto ser cierto cuando removi� la
tapa. En su interior hab�a un patito amarillo vivaracho y ruidoso. En
la clase de biolog�a, mi hijo y sus condisc�pulos hab�an incubado el
huevo y cuando el patito rompi� el cascar�n, lo cuidaron y alimentaron
durante varias semanas, luego lo rifaron y mi hijo se gan� el pato -
que, coincidimos Bette y yo, era precisamente lo que
necesit�bamos. Un padre reacio y un hijo impaciente fueron a la
maderer�a y compraron unos tablones y, all� en una esquina de nuestro
patio cercado, Matt construy� para el pato una bonita casa que pint�
de blanco. Luego, sobre el arco de la entrada, escribi� a mano, en color
rojo DISCO. �El pato se llamaba Disco! A continuaci�n, en la
ferreter�a compramos un rollo de alambre de gallinero de medio metro
de ancho y armamos una especie de corral alrededor de la caseta para
que el nuevo miembro de nuestra familia no anduviera vagando por all� y se
perdiera. Actualmente Disco lleva m�s de doce a�os con nosotros. Al
crecer se convirti� en un ejemplar muy grande y hermoso y, por
supuesto, como ahora Matt est� casado y vive en otra parte, estoy
seguro de que el lector ya se imaginar� qui�n se encarga de cuidar y
alimentar al animal. Uno de los errores que cometimos, dentro de
todo este asunto de Disco, fue construir su peque�a residencia y patio
de juegos precisamente afuera de nuestra rec�mara. �ltimamente, Disco
se ha estado despertando antes de la salida del sol, comienza a graznar y
no para, excepto unas cuantas veces, durante todo el santo d�a. �Y
vaya que grazna fuerte! como antes nunca hab�a actuado as�, excepto
para ahuyentar al gato del vecino, tanto Bette como yo concluimos que
algo est� molest�ndolo verdaderamente. El caso es que ya no es feliz.
Puede ser que la comida que le estoy dando no le guste, o quiz� no le
cambio con la suficiente frecuencia el agua de su peque�o chapoteador,
o tal vez est� h�meda la paja de su caseta y haya que cambiarla o
quitarla. �Qui�n sabe? He intentado todo para hacer que se sienta
seguro y contento de nuevo, pero sigue graznando �spera y
continuamente. Como puede ver, amigo lector, Disco s� tiene un
problema, y le apuesto que es el mimo que tiene usted. �S� usted! Ni
Disco ni usted tienen un sentido adecuado de su propia val�a Disco no
tiene la menor idea de que, si no est� contento con las condiciones que
hay en su vida, puede hacer m�s que s�lo sentir l�stima de s� mismo;
tiene el poder de cambiar esas condiciones en vez de quejarse de ellas
nada m�s. Si realmente Disco quiere cambiar las condiciones de su vida,
puede hacerlo en el momento que lo decida. Es sencillo. Todo lo que
tiene que hacer es levantar sus bellas alas, moverlas de arriba hacia
abajo... e irse. Pero ya ve usted, el pobre Disco no sabe lo bueno que es.
No sabe que puede volar... �y usted tampoco!
REGLA
NUMERO SEIS
Siempre hay que dejar que las propias acciones
hablen por uno, aunque todo el tiempo hay que estar en guardia contra
las terribles trampas del falso orgullo y la vanidad que pueden
detener el propio avance. La pr�xima vez que uno se sienta tentado a
vanagloriarse, tendr�a primero que meter la mano en una cubeta llena
de agua y, cuando la saque, el agujero que queda har� que uno se d�
una idea correcta de la medida de su importancia. A ninguno de nosotros
nos decepciona m�s otra persona de lo que nos decepcionamos de
nosotros mismos. Un obst�culo peligroso para nuestro progreso continuo
es la terrible pantalla de orgullo complaciente que es responsable de
cegar nuestro avance una vez que hemos experimentado un poco de �xito.
Es cierto, es posible que hayamos trabajado muy duro y hayamos
dedicado todos nuestros talentos y esfuerzos en avanzar, y esa es
realmente la raz�n por la cual usted y yo estamos juntos; sin embargo,
es f�cil caer en la trampa de creer, despu�s de unas cuantas
victorias, que uno posee algunas cualidades especiales y �nicas, y
cuando uno refleja esa actitud en su comportamiento con los dem�s, eso
puede da�ar seriamente su progreso. De hecho, nada puede lastimarlo
m�s a uno que la arrogancia y el orgullo que piden que alguien les
ponga un alto. Todos somos hijos de Dios, pero si tan s�lo pudi�ramos
ver qu� tan poco hueco dejar�a nuestra muerte en este mundo,
dejar�amos de tomar tan en cuenta el espacio que ocupamos y
pensar�amos m�s en ayudar a los dem�s. Constantemente estoy librando mi
batalla personal contra la tentaci�n del falso orgullo. Cuando uno
escribe un nuevo libro cada dos a�os, como yo, y luego recorre todo el
pa�s para promocionarlo en la prensa, la radio y la televisi�n, por no
mencionar la serie de discursos de inauguraci�n que pronuncio al a�o,
es f�cil caer en la trampa de comenzar a creer todas las cosas buenas
que se dicen y se escriben en los medios de comunicaci�n - por no
mencionar todas las atenciones, las limosinas con chofer y las fiestas par
firmar aut�grafos con lo cual se le malacostumbra a uno. Nunca
olvidar� el d�a en que Dios decidi� reducirme considerablemente la opini�n
de m� mismo, algo que indudablemente me merec�a en ese tiempo. Estaba
en mi habitaci�n del hotel en espera de que llamaran a la puerta como
se�al de que era el momento para que hiciera mi aparici�n en el sal�n
de baile all� abajo, donde iba a pronunciar el discurso de
inauguraci�n de una gran convenci�n nacional de varios miles. Cuando
lleg� por fin el mensajero de la compa��a, un hombre de edad, me puse
el saco y lo segu� por el pasillo hacia el elevador. Hab�a mucho
ruido y gente en el vest�bulo y no hab�amos avanzados mucho cuando sent�
que alguien me tocaba con decisi�n el hombro y me volv� par ver a un
hombre joven con ojos de asombro, con un distintivo con el nombre de
su compa��a pegado al bolsillo de su saco, que aferraba una bolsa de
papel y me apuntaba a la cara con el dedo. -�Es usted Og Mandino? - me
pregunt� sin aliento. Asent� con la cabeza y segu� caminando. -�Me
concede un minuto, se�or? pregunt� el joven mientras se desplazaba hacia
una mesita junto a una ventana, lejos del movimiento de la gente.
Interrogu� con la mirada a mi gu�a ce�udo, quien finalmente asinti�
moviendo la cabeza con cierta reticencia. - Se�or - me espet� el joven
mientras colocaba la bolsa de papel sobre la mesa -, quiero que sepa
que mi esposa es una fan�tica de Og Mandino. Le juro que se ha le�do todo
lo que usted ha escrito. Como en maestra en el peque�o pueblo donde
vivimos, no hubo manera de que pudiera venir conmigo y se qued� muy
afligida Ten�a tantas ganas de escucharlo a usted. -�Que pena! -
Pues bien, se�or, pens� que deb�a hacer algo especial por Louise, y creo
que estuve en todas las librer�a que hay en un radio de ochenta
kil�metros alrededor de nuestro pueblo y me las ingeni� para conseguir
cinco de sus libros en edici�n empastada. Por favor... se lo
suplico... �me har�a usted el gran honor de autografiar estos libros
para mi esposa? Se los quiero dar como regalo de cumplea�os, el jueves
pr�ximo. - Con todo gusto - le dije, saqu� la pluma del bolsillo
interior de mi saco y escrib� en los cinco libros, la siguiente
dedicatoria: Para Louise, con afecto: Feliz Cumplea�os, Og
Mandino. Cuando hube terminado, el joven volvi� a meter
cuidadosamente todos los libros en su bolsa de papel, me dio un abrazo
nervioso y apresurado, me dio las gracias y se alej�... y a m� se me
olvid� mantener la boca cerrada, pero qu� bueno que se me haya
olvidado. Ya se hab�a alejado unos tres metros, cuando dirigi�ndome a
�l le grit�: - D�game, �esto va a ser una sorpresa para Louise? Se
volvi� y con una t�mida sonrisa de oreja a oreja, me repuso
gritando: -�Por supuesto que s�, se�or, ella est� esperando un nuevo
Toyota Corolla!
REGLA NUMERO SIETE
Cada d�a es un
don especial de Dios, y si bien es posible que la vida no siempre sea
justa, uno no debe dejar nunca que las penas, las dificultades y
las desventajas del momento envenenen la actitud y los planes que uno
tiene para s� mismo y su futuro. No se puede ganar si se lleva puesta
la fea capa de la autocompasi�n con toda seguridad ahuyentar�
cualquier oportunidad de �xito. Nunca m�s. Hay una mejor manera. La
vida no es justa... y probablemente nunca ser� as�. Habr� ocasiones en que
uno hace la mayor parte del trabajo y, sin embargo otro se lleva el
cr�dito. Es posible que uno trabaje el doble de lo que trabaja su
vecino, y uno se sabe el doble de listo... y sin embargo, uno s�lo
gana la mitad de lo que gana el otro. Hay muchas ocasiones en que
la vida nos reparte una mala mano. �C�mo juega uno esas malas manos
cuando le toca una? �Se aferra, se niega a rendirse, aunque no se tenga la
garant�a de lograr el triunfo... o se lamenta y se compadece de s�
mismo porque uno est� seguro de que sus dificultades y problemas son
mucho m�s terribles que las desgracias de cualquiera otra persona?
�Pobre nene! Hace casi dos d�cadas, recib� una peque�a tarjeta amarilla
con un poema escrito con tinta verde, de parte de Wilton Hall, quien
publicaba Quote Magazine en Anderson, Carolina del Sur. El poema ha
tenido un sitio especial en mi vida a lo largo de todos estos a�os.
Durante mis discursos, no solo lo comparto con todos mis p�blicos,
sino que lo mantengo a mano para mi propio bienestar. Cuando las cosas
no est�n yendo muy de acuerdo con la forma en que las plane�, o los
d�as comienzan con el pie izquierdo, o empiezo a irritarme un poco con
los dem�s y tal vez a sentir l�stima de m� mismo, saco mi poema, lo
leo y luego prosigo con mi vida, agradecido y s�lo hago una pausa
suficientemente larga para volver la vista a los cielos y decir:
�Gracias! S�, rec�rguese en el sill�n, amigo lector, y perm�tame que le
d� el gastado original. Es un tesoro, y le apuesto que tambi�n usted,
al igual que yo, lo releer� con frecuencia en el futuro y lo
compartir� igualmente con sus amigos. �Se�or, perd�name cuando me
lamento! Hoy, en el autob�s, vi a una bella muchacha de cabello rubio,
la envidi�... parec�a tan alegre... y dese� ser as� de bonita. De
pronto, cuando se puso de pie par irse, la vi cojear por el pasillo.
Ten�a una sola pierna y usaba muleta; sin embargo, al pasar... �qu�
sonrisa! �Oh, Dios, perd�name cuando me lamento! Tengo dos piernas.
�El mundo es m�o! Me detuve a comprar unos dulces. El muchacho que los
vend�a era tan encantador. Convers� con �l. Se ve�a tan contento. Si
me retrasaba no habr�a problema. y cuando me iba, me dijo: "Se lo
agradezco, ha sido usted muy amable. Es grato conversar con gente como
usted. Sabe - dijo -. soy ciego". �Oh, Dios, perd�name cuando me
lamento! Tengo dos ojos. El mundo es m�o. Despu�s al ir caminado
por la calle, vi a un ni�o con los ojos de cielo. Estaba de pie y
observaba a otros ni�os que jugaban. Parec�a indeciso. Me detuve un
momento y le dije: "�Por qu� no vas a jugar con ellos, primor?" Sigui�
viendo hacia enfrente sin decir nada y entonces me di cuenta de que no
pod�a o�r. �Oh, Dios, perd�name cuando me lamento! Tengo dos o�dos. El
mundo es m�o. Con pies que me lleven a donde quiero ir, con ojos para
ver los colores del atardecer, con o�dos par escuchar lo que quiera
saber... �Oh, Dios, perd�name cuando me lamento. En realidad soy una
afortunada. El mundo es m�o Autora An�nima
REGLA NUMERO
OCHO
Uno nunca debe llenar sus d�as ni sus noches con tantas
nimiedades y cosas insignificantes como para no tener tiempo de
aceptar un verdadero reto cuando �ste se presente. Esto es v�lido
tanto para el juego como para el trabajo. Un d�a meramente sobrevivido
no es ocasi�n de festejo. Uno no est� aqu� para desperdiciar sus
preciosas horas, Cuando tiene la capacidad de lograr tanto si hace una
peque�a modificaci�n en su rutina. Ya no hay que ocuparse en
nimiedades. Ya no hay que volverle la cara al �xito. Hay que darse
tiempo y espacio para crecer. Ahora, �Ahora mismo! �No ma�ana! Es
posible que usted, lector, conozca a este tipo de persona. Tal vez hasta
sea usted as�. Si es as�, me da gusto que haya acudido a m�. Esa
persona est� siempre ocupada, siempre tiene m�s proyectos, reuniones y
diligencias de los que se pueden manejar, y siempre est� en una loca
carrera de un lado a otro en un intento - intento, nada m�s - por
adelantarse a los acontecimientos. Lo que este tipo de gente hace
constituye un esfuerzo, inconsciente pero muy eficaz, para evitar el
�xito. Claro que est�n ocupadas - en cualquiera de esas faenas y
tareas insignificantes que pueden encontrar para hacer, de tal manera
que si alguna vez se les presenta un verdadero reto, algo que en
verdad pudieras significar mucho para sus vidas y su bienestar, les es
muy f�cil responder siempre que lo lamentan pero est�n demasiado
ocupadas en este preciso momento y no pueden atender otra cosa. �Le
suena conocido? Espero que usted, amigo lector, no haya estado
esforz�ndose inconscientemente por fracasar manteni�ndose "muy
ocupado" en cosas que de nada le servir�n, aparte de que lo mantengan
en ese largo camino trillado. Si le sirve de consuelo, hay muchos que
est�n en esa situaci�n. Sabe usted que se necesita tanta energ�a para
fracasar como la que se necesita para triunfar, y por eso es que
tenemos tanta gente activa y ocupada que no logra entender por qu� no
est� ocurri�ndole nada en su vida. En el caso de que usted piense que
podr�a estar en esa categor�a, tal vez est� usted haciendo lo que hace
porque alguien oprimi� su "interruptor de eliminaci�n" hace a�os. S�, su
"interruptor de eliminaci�n". Hacer a�os iba a hacer un libro sobre
este tema, pero �sta es la primera vez que lo menciono en letras
impresas. Una vez adquir� un convertible muy costoso, y obviamente el
vendedor me persuadi� de que no deb�a sacar ese veh�culo tan caro a la
calle ni estacionarlo en ning�n estacionamiento p�blico sin instalarle
antes una alarma contra robos que inmediatamente har�a sonar una
fuerte y penetrante sirena si alguien trataba de abrir por la fuerza
mi joya, conectar el encendido y llevarse el convertible. Por su
puesto que acced�. Una ma�ana, retrasado por una cita, entr� como un
rayo a la cochera, puse la llave de encendido, la gir�... pero no pas�
nada. Ni siquiera un quejido. Nada. �Estar�a totalmente descargado el
acumulador? No era cre�ble. Encend� la radio. Funcion� a todo volumen.
Puse una cinta en la grabadora. Ella Fitzgerald en "Mack the Knife".
Excelente fidelidad. Encend� los limpiaparabrisas. Dos chorros de agua
saltaron desde aperturas ocultas y los limpiadores se movieron de un
lado para otro en perfecta sincron�a. Frustrado y molesto, entr� a toda
prisa en la casa y llam� a mi amigo el vendedor de autom�viles. -
Instalamos una alarma en esa joya, � verdad?, Og? -�Y me cost�
trescientos d�lares! - Entonces probablemente oprimiste por accidente
el "interruptor de eliminaci�n". -�El "interruptor de eliminaci�n? -
Si, es un aditamento de los sistemas de alarma contra robos m�s complejos.
�No te lo explicaron cuando hicieron la instalaci�n? Cada vez me
enfurec�a m�s. - Con toda seguridad recordar�a si alguien hubiera hablado
de poner un "interruptor de seguridad" en mi autom�vil. �Qu� es y
d�nde est�? - Es parte del sistema de alarma. Una vez que te bajas del
autom�vil y lo cierras con llave, pones otra llave en la cerradura que
instalaron en el guardafangos y le das vueltas, �verdad? Ese pone en
funcionamiento la alarma, de tal manera que si alguien intenta forzar una
puerta o rompe una de las ventanas se dispara la alarma. - As�
es. - Pues bien, el "interruptor de eliminaci�n" es un grado adicional
de protecci�n. En alg�n lado del interior del autom�vil, generalmente
abajo del tablero o debajo de la alfombra, se instal� otro peque�o
interruptor. Si antes de salir del autom�vil lo oprimes y luego cierras
con llave y pones a funcionar la alarma, est�s verdaderamente
protegido contra el robo. Incluso si alguien logra abrirlo y es lo
suficientemente tonto como para intentar ponerlo en marcha mientras la
alarma est� sonando, no lo lograr� porque una vez que oprimiste el
"interruptor de eliminaci�n", se corta toda corriente del acumulador
al arranque. El autom�vil no puede moverse. Regres� a la cochera,
pero no pude localizar mi "interruptor de eliminaci�n", y en menos de
una hora, el vendedor estaba en mi casa. Por supuesto que lo encontr�
casi inmediatamente, debajo de la alfombra delantera del lado del
conductor. S�, el interruptor estaba oprimido. Probablemente lo hab�a
hecho yo con el pie, por accidente, pero no pude seguir molesto, no
conmigo mismo, ya que el incidente me proporcion� una invaluable
analog�a que se relacionaba con muchos seres humanos que conoc�a y me
ha sido de gran valor cuando trato de convencer a alguien de que est�
desperdiciando mucho tiempo en un trabajo en el que se "ocupa" mucho
pero sin consecuencia para su vida. Como puede usted ver, realmente mi
autom�vil actu� de manera bastante normal cuando di vuelta la llave de
encendido. Se encendieron las luces, funcion� la radio, los
limpiaparabrisas se movieron de un lado a otro. Un autom�vil muy pero
muy ocupado. Como mucha gente que conozco. S�lo hubo un problema. Esa
m�quina no pudo moverse ni siquiera un cent�metro hacia adelante a
pesar de toda su actividad, porque yo hab�a oprimido sin darme cuenta
su "interruptor de eliminaci�n". Todos tenemos nuestros propios
"interruptores de eliminaci�n" . Tal vez cuando �ramos peque�os,
alguien, incluso uno de los padres u otro adulto a quien respet�bamos, o
el c�nyuge cuando ya �ramos mayores, nos haya dicho un d�a, en un
arranque de ira, que nunca valdr�amos gran cosa. �Zas! �Eso bast�! Sin
darse cuenta y sin pensarlo, oprimieron nuestro interruptor, y nos
hemos pasado todos estos a�os trabajando muy duro con el fin de que su
profec�a se cumpliera, sin comprender siquiera la motivaci�n de nuestras
acciones. Claro que estamos "ocupados", pero al igual que mi
convertible, no vamos a ninguna parte. Y no entendemos por qu�. �Qu�
l�stima! Hay que agacharse a desconectar ese "interruptor de
eliminaci�n ahora que usted, amigo lector, sabe que tiene uno. Ya no
hay que "ocuparse" en cosas sin importancia. Hay que dejar de
ocultarse detr�s de todas esas tareas intranscendentes. Hay una mejor
forma de vivir.
REGLA NUMERO NUEVE
Hay que
vivir este d�a como si fuera el �ltimo de su vida. Hay que recordar
que s�lo se encontrar� la expresi�n "ma�ana" en el calendario de los
tontos. Hay que olvidar las derrotas del ayer y no tomar en cuenta los
problemas del ma�ana. Eso es todo. El d�a del Juicio Final. Es todo lo
que se tiene. Uno debe hacer de este d�a el mejor de su a�o. Las
palabras m�s tristes que uno podr�a pronunciar son: "Si pudiera volver
a vivir mi vida..." Hay que tomar la batuta ahora. �Y dirigir con
ella! �Este es su d�a! La mayor�a de los fracasados act�an siempre como
si les quedaran mil a�os de vida. �Por qu�? Sencillamente porque no
tienen la menor confianza de poder manejar los retos de la actualidad.
�Y c�mo evitan el tener alguna vez que poner a prueba su potencial? De
cien manera diferentes. Algunos beben demasiado o se dedican en exceso
a festejar. Muchos duermen dos o tres horas m�s de las que necesitan
cada noche. Otros se pasan las horas resolviendo crucigramas o armando
rompecabezas, o echados frente al televisor. "No hay que preocuparse -
siempre le aseguran a uno -. Todo se resolver�... ma�ana". �Ma�ana?
Llevo muchos a�os en este mundo y en todo ese tiempo he visto miles de
calendarios, pero nunca... nunca he visto uno con un "ma�ana" en
�l. No hay que tratar el tiempo como si uno tuviera de eso un surtido
interminable. Uno no tiene ning�n contrato con la vida. Si el ayer es
ya un cheque cancelado, el ma�ana es s�lo un pagar�. Todo lo que uno
tiene en efectivo es el hoy, y si uno no lo gasta prudentemente, la
culpa es solo de uno. El Padre Tiempo no hace viajes redondos en
beneficio nuestro. Ninguno de nosotros ha aprendido mucho a menos que
aprenda a dar a cada d�a el trato de una vida separada. Los millones
de personas afortunadas que se han salvado mediante Alcoh�licos
An�nimos conocen muy bien el poder de la expresi�n "un d�a a la vez". En
una ocasi�n, Robert Louis Stevenson escribi�: "Cualquiera puede llevar
su carga, no importa qu� tan pesada sea, hasta el anochecer.
Cualquiera puede hacer su trabajo, no importa que tan dif�cil sea,
durante el d�a. Cualquiera puede vivir una vida dulce, paciente, amorosa y
pura hasta la puesta del sol. Y esto es todo lo que la vida significa
realmente". Independientemente de lo dif�cil que sea, uno puede manejar
la carga de este d�a, una tarea a la vez, y avanzar en direcci�n a sus
metas. S�lo cuando uno se pasa horas innumerables y pla�ideras
rememorando sus errores pasados, o preocup�ndose de las cosas terribles
que podr�an suceder ma�ana, es cuando uno deja de escurrir este d�a
precioso, que es todo lo que uno tiene. Hoy es su d�a, el �nico d�a
de que dispone, el d�a en que puede mostrar al mundo que puede hacer
una contribuci�n significativa. Tal vez nunca logre entender cu�l puede
ser el significado de su papel en ese gran todo que es la vida, pero
usted sigue estando aqu� para desempe�arlo, y ahora es el momento. No
importa que tan llenas est�n las horas, hay que recordar que s�lo
pueden entrar en la vida de uno en forma de un momento a la vez,
�nicamente. Usted puede manejar cualquier momento, no importa qu� tan
dif�cil sea, cuando le llega en fila india. Cuando uno concluye su
d�a, debe darlo por concluido. Nunca debe llevar parte de la carga al
d�a siguiente. Uno hizo lo mejor que pudo y si en ello hubo algunos
desaciertos y errores, hay que olvidarlos. Hay que vivir ese d�a, y
todos los d�as, como si todo fuera a terminar con la puesta del sol, y
cuando ponga la cabeza en la almohada, debe descansar con la seguridad
de haber hecho lo mejor que pudo.
REGLA NUMERO
DIEZ
A partir de hoy, uno debe tratar a todas las personas que
encuentre, sean amigas o enemigas, conocidas o extra�as, como si
fueran a morirse a medianoche. No importa qu� tan trivial sea el
contacto, Hay que brindar a cada persona toda la atenci�n, amabilidad
comprensi�n y afecto que uno pueda mostrar, y hay que hacerlo sin
pensar en ninguna recompensa. Su vida nunca volver� a ser igual. Al
igual que las reglas de cualquier juego, todas las reglas de la vida se
relacionan entre s�. Cuando se siguen las indicaciones de una regla,
�sta lo llevar� a la siguiente y as� sucesivamente, pero ahora uno
est� comenzando a jugar el juego de la vida como debe jugarse. Vivir
cada d�a como si fuera el �nico que uno va a tener es, de hecho, uno de
los principios supremos para una existencia dichosa y con �xito. Sin
embargo, he aqu� una regla asociada que es exactamente igual de
poderosa y productiva pero que, a diferencia de la otra, muy poca
gente la conoce. Mientras se vive cada d�a como si fuera el �nico que
se va a tener, hay que comenzar a tratar a todos los que encuentre -
su familia, vecinos, compa�eros de trabajo, los desconocidos, los
clientes, incluso los enemigos, si se tienen - como si de cada una de esas
personas se conociera un secreto profundo y oscuro: �que todos est�n
viviendo tambi�n su �ltimo d�a en este mundo y morir�n a media
noche! Ahora bien, amigo lector, �c�mo se imagina que tratar�a a todos
los que encuentre el d�a de hoy si supiera que se van a ir para
siempre cuando acabe el d�a? Usted lo sabe. Con m�s consideraci�n,
atenci�n, ternura y afecto de lo que nunca antes les haya brindado. �Y
c�mo se imagina que reaccionar� ante su amabilidad? Por supuesto. Con
m�s consideraci�n, amabilidad, cooperaci�n y afecto de lo que usted
haya recibido de otras personas en el pasado. Siga haciendo lo mismo,
d�a tras d�a, �Y c�mo se imagina que ser� su futuro, si lo llen� con
ese tipo de amor desinteresado? Ya est� sonriendo. Usted conoce la
respuesta, amigo lector. Hace a�os, cuando se enviaba a los autores
a un recorrido publicitario para hacer la promoci�n de sus libros en
la radio, la televisi�n y la prensa, lo hac�an m�s por su cuenta, a
diferencia de lo que ocurre hoy en d�a cuando literalmente son
llevados de la mano de ciudad en ciudad y de entrevista en entrevista,
por representantes de la editorial en cada ciudad. En esos "viejos
tiempos", nuestros editores nos enviaban por correo boletos de avi�n m�s
las reservaciones de hotel y un programa de nuestras presentaciones de
cada ciudad. Era entonces responsabilidad del autor trasladarse a los
aeropuertos y hoteles y tomar taxis para ir de una entrevista a la
siguiente. Si uno ten�a siete u ocho compromisos al d�a, lo cual no
era desusado, y las entrevistas se repart�an en el tiempo y la
distancia, como ocurr�a en Los �ngeles, se volv�a un desaf�o supero a
la propia resistencia y agilidad el simple hecho de llegar a tiempo de
una cita a la siguiente. Este d�a memorable sucedi� en Nashville hace
varios a�os, cuando realizaba un recorrido. Un joven chofer negro me
llev� desde mi hotel hasta la estaci�n de televisi�n WSM donde me iba
a presentar en The Noon Show. Como el viaje tomaba algo de tiempo,
comenzamos a conversar, y el conductor, cuyo nombre me lo aprend�, era
Raymond Bright, parec�a fascinado por el hecho de que su pasajero iba
a salir en televisi�n. Mi programa impreso tan detallado me informaba
que este programa se transmit�a en vivo, con p�blico en el estudio, y
que ten�a un formato muy similar al de The Tonight Show, incluso
contaba, con su propia banda y tal vez uno o dos cantantes. Mientras nos
aproxim�bamos al hermoso edificio, mi taxista dejo en voz
alta: -�Esa de all� es la mejor estaci�n del Nashville! Tal vez se
debi� a que la regla de tratar a los dem�s con afecto y atenci�n como si
fueran a morir a medianoche, segu�a estando fresca en mi mente ya que
la hab�a mencionado extensamente en varios programas el d�a anterior,
el hecho es que, cuando le estaba pagando a Ray, le pregunt�
impulsivamente: -�Alguna vez ha visto como se hace un programa de
televisi�n? - No, se�or. - Pues bien... si dispone usted de una hora
o algo as�, y est� bien que me cobre la espera, �por qu� no entra
conmigo para que me vea hacer el tonto? Me mir� con ojos de asombro:
-�De veras? - Claro, y luego que termine, me puede llevar al centro, a
la librer�a Cokesbury, donde voy a firmar aut�grafos a la una y media.
De un salto, Raymond subi� de nuevo en su taxi, levant� la banderilla
amarilla de tax�metro, lo que significaba que no me estaba cobrando
nada, y volvi� a salir. Dentro de la estaci�n, le present� mi nuevo
amigo a un sorprendido Teddy Bart, el conductor del programa y a
Elaine Ganick, la productora, quienes nos condujeron al estudio
iluminado donde la banda ya estaba afinando. Ray fue llevado a un
asiento en primera fila, y mientras yo sal�a a ponerme de acuerdo con
Teddy y Elaine sobre qu� era lo que �bamos a conversar, el taxista
ve�a admirado a la banda que repasaba sus n�meros mientras las c�maras
de televisi�n y los micr�fonos pasaban de un lado a otro en un ensayo
final. Cuando termin� el programa, nos fuimos a toda prisa a la
librer�a del centro. Despu�s de esto, le dije a Ray que me estaba
muriendo de hambre y me llev� a almorzar a lo que denomin� "mi secci�n
de la ciudad", y aunque yo era el �nico blanco en ese sitio, las
hamburguesas fueron las mejores que he comido. Cuando lleg� el momento
de pagar, empec� a buscar mi cartera pero un brazo fuerte me lo
impidi�. Ray iba a pagar, y no hab�a m�s que decir. Nada de discusi�n.
Me llev� a otros dos programas de radio, me esper�, me llev� de
regreso al hotel a recoger mis cosas y luego me transport� al
aeropuerto. En el camino, mientras comenzaba a dormitarme en el asiento
trasero, escuch� su voz profunda: - Se�or Og (para entonces me
llamaba como me hab�an estado llamado antes los conductores de los
programas de radio)... Se�or Og, nunca voy a olvidar este d�a mientras
viva. - Por qu�, Ray? - Porque hoy, por primera vez en mi vida,
me siento importante. En todo el camino al aeropuerto, una que otra vez
ve�a esos grandes ojos marr�n que se me quedaban viendo por el espejo
retrovisor y lo o�a repetir, una y otra vez: �Usted me hizo sentir
importante! En el aeropuerto, Ray salt� del taxi y llev� mis maletas al
sitio donde se registra el equipaje. Luego le pagu� y se me acerc� y
me abraz� - lo que sorprendi� a unos cuantos mirones - mientras
gruesas l�grimas le corr�an por las mejillas. - Lo amo, se�or Og -
murmur�. - Y yo a usted tambi�n, Ray - repuse con voz ronca. Muerto
a media noche. Una visi�n que procede a una nueva forma de tratar a todos
los que uno encuentra. Realmente es f�cil de hacer y lo que uno recibe
en retribuci�n puede cambiar su vida para siempre �Int�ntelo, amigo
lector!
REGLA NUMERO ONCE
Hay que re�rse de s�
mismo y de la vida. No con el �nimo de burlarse ni de autocompasi�n
pla�idera, sino como un remedio, como un medicamento milagroso, que le
mitigar� a uno el dolor, le curar� la depresi�n y le ayudar� a poner
en perspectiva la derrota aparentemente terrible del momento. Uno debe
borrar la tensi�n y las preocupaciones ri�ndose de sus predicamentos,
con lo que liberar� su mente para pensar con claridad en la soluci�n
que seguramente llegar�. Nunca hay que tomarse demasiado en
serio. Los d�as m�s desolados son aquellos en que no se ha o�do el
sonido de la risa. Una buena sonrisa es un rayo de sol en cualquier
hogar, as� es que no hay que dejar pase un d�a sin exteriorizar el
lado feliz de uno, aunque est� luchando con el caos. Cada vez que sonr�e,
y m�s cuando r�e, se a�aden momentos preciosos a la propia vida. El
hombre es la �nica criatura dotada con el poder de la risa, y tal vez es
la �nica criatura que merece que se r�an de ella. Sin embargo, la
mejor de las risas es la de aquella persona que tiene suficiente
confianza en s� misma. Esto demuestra la rara capacidad de mirarse con
objetividad, y si uno puede hacer eso, todas sus preocupaciones se
encoger�n. Claro que hay reglas para jugar bien este dif�cil juego de
la vida, pero uno no debe olvidar nunca que se sigue tratando de un
juego - un juego que nadie debe tomar jam�s demasiado en serio. Si no
nos las ingeniamos para extraer un poco de gozo de este d�a, �qu� caso
tiene? Re�rme de m� mismo y, por supuesto, no tomarme demasiado en
serio es una regla del juego que debo seguir aprendiendo una y otra
vez. Cada vez que comienzo a actuar un tanto demasiado profesional o
pomposo o que asumo el papel del "autor famoso", Dios siempre me
preparara para otra merecida ca�da que me enderece... hasta la pr�xima
vez. Acababa de estar varios d�as visitando estaciones de radio y
televisi�n en la zona de Atlanta, y ahora me llevaban en una limosina
negra a firmar aut�grafos en un centro comercial aproximadamente a dos
horas de la ciudad. Mi programa me indicaba que iba a visitar una
peque�a estaci�n cristiana de radio donde iba a conversar en vivo con
un caballero conocido como "el Reverendo John". A su debido tiempo,
nos estacionamos frente a una casita de campo cuya pintura blanca
comenzaba a descascararse. Mi conductor se volvi� y me dijo, casi en
tono de disculpa. - Esta es Se�or. La radiodifusora. Antes de haber
subido el �ltimo escal�n, se abri� la puerta del frente y all� estaba el
Reverendo John. Supe que era �l porque llevaba un letrero bordado en
hilo rojo con ese nombre por encima del bolsillo superior de su
atuendo blanco de una pieza. -�Bienvenido a nuestra humilde estaci�n,
se�or! - exclam� mientras me abrazaba - Es un gran
honor. Atravesamos lo que alguna vez probablemente hab�a sido una
estancia pero ahora estaba lleno de equipos electr�nicos y tableros de
discos y cintas. Pude o�r salmos mientras el reverendo me conduc�a a
su "estudio" en la parte de atr�s. - Saldremos al aire en s�lo unos
cuantos minutos - dijo mi anfitri�n - Si�ntese all� y p�ngase
c�modo. El reverendo John se�alaba con un gesto de la cabeza en
direcci�n a una mesa sin pintura sobre la cual se apoyaba
precariamente un micr�fono, unido con varios clavos a los tableros. Me
deslic� para sentarme en la tosca banca, y me pregunt� si los editores,
all� en sus elegantes oficinas de la Quinta Avenida, ten�an idea de
las cosas por las que ten�an que pasar los autores. Luego, para mi
gran sorpresa, el Reverendo John se acomod� a mi lado en la banca, y
de pronto comprend� que le micr�fono que hab�a sobre la mesa era el �nico
y que �bamos a compartirlo. Vaya cambio despu�s de pasarme d�as entre
el brillo y el cristal de las radiodifusoras de Atlanta. Sin embargo,
me dije a m� mismo que pod�a soportar cualquier cosa durante treinta
minutos. En ese viaje estaba promocionando Operaci�n Jesucristo, y a
diferencia de tantos entrevistadores, que nunca leen el libro de uno
antes de la entrevista, el Reverendo John no s�lo lo hab�a le�do, sino
que hab�a preparado una larga lista de preguntas muy perceptivas, en
un cuaderno de notas, a la cual constantemente se refiri� una vez que
estuvimos en el aire. Realmente estaba disfrutando nuestra
conversaci�n cuando, aproximadamente a la mitad de la entrevista, son�
con fuerza el timbre de un tel�fono que hab�a en el otro cuarto. Por
supuesto que este "estudio" no estaba insonorizado, como lo est� la
mayor parte, as� es que el fuerte ruido del tel�fono, que lleg� a
mitad de mi respuesta a una de sus preguntas, me descontrol�
completamente y casi pierdo el hilo de mis pensamientos mientras trataba
de recobrar la compostura. El maldito tel�fono sigui� sonando y
sonando. Finalmente, un molesto Reverendo John ech� un vistazo a su
cuaderno de notas, me hizo la pregunta siguiente de su lista y luego, ante
mis horrorizados ojos, se volvi�, pas� las piernas por encima de la
banca, se puso de pie y desapareci� en el otro cuarto, me imagino que
para atender el tel�fono. Heme aqu� ahora respondiendo ante una banca
vac�a - y un micr�fono funcionando - y hable... muy... muy despacio,
demor�ndome, sin saber qu� har�a si completaba mi respuesta antes de que
mi amigo hubiera regresado. Finalmente, agot� el tema y el
Reverendo John no aparec�a por ning�n lado. Y entonces, por primera
vez en mi vida, se me ocurri� una brillante idea. Estir� el brazo y
acerqu� su cuaderno de notas, lo puse frente a m�, y recorr� con el
dedo su lista de preguntas, encontr� la que segu�a y dije: "Reverendo
John, me imagino que usted se ha de preguntar de d�nde saqu� la idea
de Operaci�n Jesucristo. ...y durante los siguientes catorce minutos,
!me entrevist� yo s�lo! Finalmente, sent� que alguien me tocaba el
hombro. Estaba tan concentrado en mi doble papel de entrevistador y
entrevistado, que ni siquiera me di cuenta de que mi anfitri�n hab�a
regresado. Se�alo el enorme reloj que hab�a en la pared, se inclin� y
dijo frente a nuestro micr�fono: "Se�or Mandino, fue un gran honor
tenerlo con nosotros el d�a de hoy. Le deseo un gran �xito con este
libro maravilloso y que viaje seguro durante el resto de su recorrido.
�Dios lo bendiga! Al decir eso, oprimi� un bot�n y el himno "Never
My God to Thee" se difundi� pro las ondas hertzianas, mientras que yo
me incorporaba sec�ndome la frente. Fue entonces cuando record�, una
vez m�s, esa regla tan importante de la vida que nos dice que hay que
re�rnos de nosotros mismos. El Reverendo John me mostraba una tarjeta
y se ve�a complacido. - Se�or Mandino, siento haber tenido que
hacerle pasar ese apuro, aunque se las arregl� usted con gran
maestr�a. La llamada era de mi madre de ochenta y dos a�os que vive en San
Diego, y la �ltima vez que hablamos me prometi� que la siguiente vez
que me llamara me dar�a nuestra vieja receta familiar par preparar el
pan de zanahoria. Hay que re�rse del mundo. Y lo m�s importante, hay
que re�rse de uno mismo. Si en la farmacia de su preferencia se
vendiera la risa, el doctor familiar le recetar�a algo de risa al d�a.
Es una forma mucho mejor de vivir.
REGLA NUMERO
DOCE
Nunca deben descuidarse los detalles, ni escatimarse ese
esfuerzo adicional, esos cuantos minutos de m�s, esa palabra suave de
alabanza o agradecimiento, esa entrega de lo mejor que uno puede
hacer. No importa lo que los dem�s piensen, pero s� es de primordial
importancia lo que uno piensa de s� mismo. Usted nunca podr� hacer lo
mejor, que deber�a ser siempre su rasgo distintivo, si est� tomando
atajos y evadiendo responsabilidades. Usted es alguien especial. Debe
actuar como tal. �Nunca deben descuidarse los detalles! Maestro,
estudiante obrero de una f�brica, vendedor, administrador, padre de
familia, entrenador, atleta, conductor de taxi, elevadorista, m�dico,
abogado - no importa qu� retos se acepten en esta vida, qu� tareas
deban desempe�arse para ganarse el pan de cada d�a... nunca deben
descuidarse los detalles. En efecto, estamos viviendo en una era que
parece ir m�s r�pido que la velocidad de la luz, y en nuestro mundo
apresurado es f�cil caer en el h�bito de tomar atajos, de pasar por alto
algunas de nuestras obligaciones, cuando pensamos que nos puede
resultar. Olvidamos las lecciones de la historia y las advertencias de
los hombres sabios. Descuidar los detalles, en cualquier cosa que uno
est� haciendo, puede resultar desastroso. Edison perdi� una valiosa
patente porque inadvertidamente coloc� mal un solo punto decimal.
Roberto de Vicenzo perdi� un Torneo Maestro porque firm�, sin tomarse el
tiempo de verificarla, su tarjeta de puntos en la que hab�a un puntaje
incorrecto. Y estoy seguro que usted, lector, alguna vez recibi� el
adagio de Benjam�n Franklin: "Por falta de un clavo, la herradura se
perdi�, y por falta de un jinete la guerra se perdi�". Evidentemente,
el sue�o de todos es encontrar algo que hacer en este mundo, un trabajo
que le guste tanto a uno que estar�a dispuesto a hacerlo gratis.
Desafortunadamente, esto no le sucede a muchos y por eso la mayor�a de
nosotros aburri�ndose cada vez m�s de su tarea en la vida,
gradualmente deja de hacer su mejor esfuerzo y realiza un trabajo
chapucero cada vez que se puede. Por no mencionar lo que esta manera
de vivir le har� a la imagen que uno tiene de s� mismo, los detalles
pasados por alto o manejados sin cuidado, a menudo pueden provocar
problemas mayores que con toda seguridad impedir�n que uno avance. Somos
una creaci�n de Dios. Nunca hay que dejar que nada de lo que surge de
uno, actos, objetos, esfuerzo o amabilidad, sea menos de lo mejor que
uno puede dar. S�lo los fracasados y los mediocres descuidan los
detalles. Un ejemplo muy bueno de esta verdad tan sencilla pero
poderosa, de esta residente regla de la vida, se yergue en lo alto de
la Isla de la Libertad en la bah�a de Nueva York. Si alguna vez va
usted, amigo lector, a la ciudad de Nueva York y dispone de unas cuantas
horas para disfrutarlas, le recomiendo que realice uno de los varios
viajes en helic�ptero que salen del pie de la calle Treinta y Cuatro
Este en East River. Cuando llegue finalmente a la hermosa Estatua de
la Libertad que se levanta orgullosa en medio de la bah�a, le pido que
preste especial atenci�n. La mole de cobre con estructura de acero
de la Dama Libertad destaca m�s de noventa metros sobre el nivel del
mar. Mientras un helic�ptero da vueltas cada vez m�s cerca, le
recomiendo que mire la parte superior de la cabeza de la estatua para
que observe cada mech�n de cabello se elabor� esmeradamente hasta el
m�nimo detalle y, al igual que todas las dem�s partes de su bata y de
su cuerpo. Ese delicado peinado met�lico en la parte superior de la
cabeza indudablemente requiri� de muchas semanas adicionales en el taller
parisino de Auguste Barholdi, semanas que el gran escultor pod�a
haberse ahorrado pues, hasta donde pod�a saber, nadie ver�a nunca la
parte superior de la cabeza de la estatua. La estatua fue inaugurada el
28 de octubre de 1886 por el presidente Grover Cleveland. �En 1886 no
hab�a aeroplanos! �Los hermanos Wrigh ni siquiera lograron su primer
despegue primitivo del suelo en Kitty Hawk sino diecisiete a�os m�s
tarde! Bartholdi estaba bien consciente de que s�lo unas cuantas
gaviotas valientes podr�an alguna vez mirar a la estatua desde arriba,
y con toda seguridad nadie hubiera sabido nunca si los mechones de pelo no
hab�an sido modelados y pulidos meticulosamente. Sin embargo, el
maestro artesano no tom� ning�n atajo. �Cada mech�n de cabello, cada
rizo, est� en su sitio!
REGLA NUMERO TRECE
Hay
que recibir cada ma�ana con una sonrisa. Uno debe considerar el nuevo
d�a como otro regalo especial de su Creador, otra oportunidad dorada
para completar lo que uno no pudo concluir ayer. Hay que motivarse uno
mismo. Hay que dejar que la primera hora establezca el tema del �xito
y la acci�n positiva que con toda seguridad resonar� durante todo el
d�a. El d�a de hoy nunca volver� a ocurrir. No hay que desperdiciarlo
con un inicio falso o completamente nulo. Usted no naci� para
fallar. Uno debe ser automotivador. Debe recibir el amanecer de cada
nuevo d�a con una sonrisa de gratitud al Creador por otra oportunidad
de mejorar lo que se hizo ayer. Somos tantos los que abandonamos
agachados y temerosos nuestro lugar de descanso con miedo a lo que
cada d�a pueda traernos, sin darnos cuenta nunca de que la forma en
que actuemos durante esas primeras horas marcar� su huella durante
todo el d�a, y nos prepara para ma�ana y todos los ma�anas que vienen
a continuaci�n. Que terrible es despertar y enfrentar un d�a tan
desolado, doloroso y aburrido que todo lo que podemos esperar es el
sue�o misericordioso que nos aguarda despu�s de la puesta del
sol. Hay una mejor manera de vivir. Enfrentar cada ma�ana con un
brillo de esperanza en los ojos, recibir el d�a con reverencia por las
oportunidades que contiene, saludar a todos los que uno encuentre con
risas y afecto, ser bueno, amable y cort�s con amigos y enemigos, y
disfrutar la satisfacci�n de un trabajo bien hecho durante horas
preciosas que nunca regresar�n - �sta es la forma de que uno deje su
huella. Sobre todo, hay que recibir la ma�ana con una sonrisa. �Verdad
que es f�cil? Ahora bien, si este sencillo acto representa un problema
para usted, amigo lector, si se despierta y siente que no tiene nada
por qu� sonre�r, no se desespere. A todos nos pasa. Hay muchos d�as en
que hasta los individuos m�s positivos preferir�an permanecer en la
soledad de sus cuartos en vez de enfrentar un mundo que a veces puede
ser hostil y desatento. Todos tenemos d�as "deprimentes" incluso los
personajes mundiales m�s poderosos, las grandes estrellas de los
deportes y los presidentes de las grandes corporaciones. Una que otra
vez, todo el mundo despierta con la sensaci�n de que m�s le convendr�a
esconder la cabeza debajo de la mullida almohada, en vez de avanzar a
paso de tortuga por los embotellamientos o hacer esa primera visita de
ventas o verle la cara a ese jefe desagradable. Ahora bien, la pr�xima
vez que despierte usted, lector, sinti�ndose muy mal por toda la
irritaci�n y la escasa recompensa que le espera, he aqu� la receta
perfecta que lo enviar� al mundo con una actitud tan positiva que no
podr� dejar de tener un gran d�a. Este sencillo truco, o t�cnica, o
como lo quiera llamar, nunca ha fallado, no le costar� ni un centavo y sin
embargo, har� m�s por usted que su jugo de tocino, caf� o cualquier
cinta de motivaci�n que laguna vez se haya grabado - lo enviar� al
mundo con una actitud positiva, poderosa, productiva y..
agradecida. Todo lo que tiene usted que hacer para que le brille el sol
y le suene la m�sica cada vez que se despierte sintiendo l�stima de
usted mismo es simplemente tomar el peri�dico matutino. Nunca mire la
primera p�gina en las primeras horas de la ma�ana, a menos que realmente
quisiera arrastrarse hasta el s�tano para esconderse. En vez de esto,
abra el diario en la secci�n de... �obituarios! En esa secci�n,
amigo lector, encontrar� una larga lista de nombres de personas que se
sentir�an absolutamente encantadas de cambiar de lugar con usted,
�incluso con todas sus irritaciones, dudas, temores y problemas! Le
recomiendo que lo intente cada vez que se sienta deprimido en la
ma�ana. Me lo agradecer�. �Ahora s� escucha el canto de los
p�jaros?
REGLA NUMERO CATORCE
Uno lograr� su gran
sue�o, un d�a a la vez, as� es que hay que fijar metas para cada d�a -
no proyectos largos y dif�ciles, sino tareas que lo llevar�n a uno,
paso a paso, hacia su arcoiris. Debe anotarlas, si as� le parece, pero
hay que limitar la lista de manera que no se tengan que arrastrar las
cuestiones inconclusas de hoy hacia el ma�ana. Hay que recordar que
uno no puede construir su pir�mide en veinticuatro horas. Hay que ser
paciente. Nunca debe dejar que su d�a est� tan lleno de actividades
que se descuide la meta m�s importante - hacer lo mejor que pueda,
disfrutar este d�a y mantenerse satisfecho con lo que ha
logrado. Fijar metas es f�cil. Al igual que ocurre con las resoluciones
de A�o Nuevo, cualquiera de nosotros puede hacer una larga lista de
las cosas que espera lograr en el futuro.... pero luego seguimos
viviendo exactamente como el pasado. Abordemos una vez m�s ese proyecto
elusivo pero necesario, y perm�tame que le ayude, amigo lector.
Primero, una advertencia. Cualquier meta que lo obligue a trabajar d�a
tras d�a y a�o tras a�o, durante tanto tiempo y con tanto esfuerzo que
nunca tenga tiempo para usted mismo ni para sus seres queridos, no es
una meta sino una condena... una condena a toda una vida de
infelicidad, no importa cu�nta riqueza y �xito logre. A menudo se nos
dice que la "ida es un viaje" Los supuestos expertos en la motivaci�n
utilizan la expresi�n incesantemente, las solapas de los libros la
proclaman y uno la puede o�r en una gran cantidad de cintas: "la vida
es un viaje" Suena tan elocuente que deber�a ser cierta. Esta gran
sabidur�a deber�a ir acompa�ada, por lo menos, de m�sica de �rgano. Lo
que esa expresi�n boba nos est� diciendo es que uno debe combatir, luchar
y trabajar horas interminables para alcanzar la primera meseta del
�xito. Pero, un momento, eso no es suficiente. La vida es un viaje.
As� que tome aliento, p�dale a sus seres queridos que se hagan a un
lado y contin�e afan�ndose y luchando, d�as y noches, hasta que en alg�n
momento llegue a su segunda meseta. �Fabuloso! �Que si ahora puede
descansar? �Qu� l�stima! Es un viaje, amigo m�o, as� que tome alimento
y siga luchando y sudando y agonizando hasta que llegue a la siguiente
meseta y luego a la siguiente. Y luego, un d�a... Tolstoi, el
brillante novelista ruso, no dej� una valiosa alegor�a sobre c�mo el
hombre siempre ha fracasado en la consecuci�n de metas que tienen muy
poca relaci�n con nuestra felicidad y con el disfrute del breve lapso
que pasamos en la tierra. Un campesino de nombre Pakhom est� seguro de
que tendr� un gran �xito cuando finalmente tenga un terreno tan grande
como los terrenos que no tienen las vastas propiedades de la �lite de la
nobleza rusa. Esa es una meta. Llega el d�a en que le hacen una oferta
sorprendente - se le conceder�, sin costo, todo el terreno que �l
mismo pueda rodear corriendo desde el amanecer hasta el
ocaso. Pakhom vende todo lo que tiene con el fin de trasladarse al
lejano lugar donde se le hizo esta oferta. Despu�s de muchas
penalidades, llega all� y se pone de acuerdo para aprovechar su gran
oportunidad al d�a siguiente. Al amanecer, Pakhom comienza a correr a
una velocidad vertiginosa. Pasa corriendo bajo el brillante sol
matinal, con la meta fija ante los ojos, sigue corriendo bajo el intenso
calor, sin ver a diestra o siniestra. Todo el d�a contin�a al mismo
ritmo, sin detenerse si a comer, ni a tomar agua, ni a descansar; su
propiedad aumenta a cada zancada. Finalmente cuando el sol se pone m�s
all� del p�ramo y las sombras envuelven la tierra, Pakhom avanza
titubeante hacia la meta. �Victoria! Logr� su objetivo. ��xito! Y
entonces... al dar su �ltimo paso, Pakhom cae muerto de agotamiento. Toda
la tierra que ahora necesita... son dos metros. El �xito no es un
viaje. Este d�a, al igual que todos los dem�s, es un don especial de Dios.
Uno debe fijarse metas de modo que cumpla su potencial para el d�a,
incluso corriendo ese kil�metro adicional, pero hay que dejar que
algunas de esas metas le den a uno gozo, sonrisas y paz. Y uno debe
planear esas metas diarias de tal manera que no sean sino pasos a lo
largo del camino hacia los grandes sue�os que uno guarda secretamente en
su coraz�n. Hay que darse todas las oportunidades de triunfar, y si se
fracasa, que haya sido despu�s de intentar el triunfo. Habr�a que
escuchar a S�neca, ese sabio de la Antigua Roma: "La verdadera felicidad
consiste en disfrutar del presente, sin depender ansiosamente del
futuro, sin entretenernos ni en esperanzas ni en temores, sino
descansando satisfechos de lo que tenemos, lo cual es suficiente, pues
quien es feliz no desea nada. Las grandes bendiciones de la humanidad
est�n dentro de nosotros y a nuestro alcance. El sabio se contenta con
su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene". A pesar de
una larga e ilustre carrera, recompensada tanto con reconocimiento del
p�blico como con bienes materiales, un gran c�mico estadounidense
admiti� recientemente en una entrevista que nunca se hab�a sentido
seguro de su �xito. Dijo: "Tengo la sensaci�n, a veces, de que una
ma�ana voy a despertarme y todo se habr� ido. Alguien va a decir: "Esto es
todo, muchacho, se acab� todo par ti"". Y as�, aunque tiene mas de
sesenta a�os, este hombre tan talentoso como Pakhom, hace
interminables apariciones en teatros, centros nocturnos, en pel�culas
y en televisi�n. Sus seguidores est�n encantados de que lo haga, pero
yo desear�a que tambi�n se detuviera a aspirar el perfume de esas
rosas una que otra vez, antes de que todos los p�talos se
caigan. Todos estamos atrapados en el remolino del cambio, como nos lo
advirti� Schopenhauer, donde la persona, si quiere por lo menos
mantenerse erguida, debe siempre avanzar y moverse, como un acr�bata
en la cuerda floja. Hay una mejor manera de vivir.
REGLA
NUMERO QUINCE
Uno no debe permitir nunca que nadie le eche a
perder su desfile y de esa manera arroje una sombra de tristeza y
derrota en todo el d�a. Hay que recordar que no se requiere nada de
talento, ni abnegaci�n, ni inteligencia, ni car�cter, para estar en el
equipo de los que encuentran fallas. Nada externo puede tener poder
sobre una a menos que uno lo permita. El tiempo es demasiado precioso
para sacrificarlo en d�as desperdiciados combatiendo las fuerzas
rastreras del odio, los celos y la envidia. Usted debe proteger
cuidadosamente su fr�gil vida. �nicamente Dios puede crear la forma de
una flor, pero cualquier ni�o puede hacerla pedazos. La vida, seg�n
nos dijo Montaigne, es algo tierno que puede lastimarse con facilidad.
Siempre hay algo que puede marchar mal. A menudo, los contratiempos
m�s ligeros y peque�os son los m�s inquietantes y, al igual que las
letras peque�as son las que m�s nos cansan los ojos, estas peque�as
vejaciones son las que m�s nos perturban y ensombrecen nuestro d�a, si
lo permitimos. Los humanos somos animales extremadamente fr�giles.
Podemos despertar con una canci�n en los labios y una gozosa
anticipaci�n de las horas por venir en nuestros corazones, y luego
permitimos que palabra severas de otro humano o el embotellamiento del
tr�nsito, o el derrame de una taza de caf� nos arruinen todo el
d�a. Uno no debe permitir nunca que nadie, ni nada, le arruine su
desfile. Siempre habr� detractores, cr�ticos o c�nicos que sienten
envidia de uno, de sus habilidades, de su trabajo y de su manera de
vivir. No hay que tomarlos en cuenta. Son como una campana en un paso
elevado, que ta�e con durezas y en vano mientras pasa rugiendo el
tren. Las horas y los d�as de uno son demasiado valiosos para
molestarse con este grupo de envidiosos que nunca ven una buena
cualidad en ning�n ser humano pero que nunca dejan de ver una mala
cualidad. Son b�hos humanos, vigilantes en la oscuridad y ciegos en la
luz, al acecho de sabandijas pero incapaces de ver una buena
presa. Nadie puede nunca distraernos de ser felices o hacer lo mejor
que podemos hacer... a menos que le demos permiso para ello. Hay que
recordar que quien puede reprimir una ira moment�nea puede impedir
todo un d�a de tristeza. Las peque�as aventuras y los comentarios
hirientes de cada d�a, si se les toma mucho en cuenta y se les
magnifica, pueden hacerle un gran da�o a uno, pero si uno los pasa por
alto y los saca de su mente, gradualmente pierden toda su fuerza. Los
detractores est�n en todas partes. Hay que recordar que la envidia, al
igual que el gusano, siempre se siente atra�da por la mejor manzana.
Franklin dijo una vez que quienes se desesperan por alcanzar la distinci�n
con sus propios esfuerzos, se sienten felices cuando es posible
rebajar a otros a su nivel. Uno no puede progresar en la vida si vive
como ermita�o, as� es que hay que entrar en contacto con el mundo y su
desfile de desventuras y cr�ticas, pero sin permitir nunca que le
echen a perder su desfile. Hay que alejarse de los
envidiosos. Nunca debe responderse a su envidia y veneno con la misma
moneda. Debe tenerse presente que incitar el fuego para el enemigo
equivale a quemar toda la casa para deshacerse de una rata. No hay que
rebajarse nunca a su nivel. Boooker T. Washington, quien se elev� desde la
situaci�n degradante y desesperada de la esclavitud, nos dio a todos
una lecci�n especial sobre c�mo vivir una vida mejor cuando escribi�:
"No permitir� que nadie rebaje mi alma haci�ndome odiarlo". Piense
usted, amigo lector, en estas palabras la pr�xima vez que alguien
trate de rebajarlo hasta su nivel. Nada externo puede tener poder sobre
m�. Deje que este sea su lema, al igual que fue el de Walt Whitman, y
con �l se mantendr� tranquilo a lo largo de cualquier d�a. Hace muchos
a�os, un domingo muy temprano, estaba sentado en una cafeter�a tejana
precisamente en las afueras de El Paso; disfrutaba mi desayuno y
tambi�n me divert�a con una camarera vivaz animada de rubia cabellera
que sonre�a y bromeaba con todos los clientes mientras corr�a de mesa
en mesa con las �rdenes. Era alguien que evidentemente disfrutaba su
trabajo y su vida, y su actitud era contagiosa. Esa ma�ana, todos nos
sentimos un poco mejor gracias a ella. Mientras me tomaba mi
segunda taza de caf�, pensando en el largo viaje que me esperaba, un
hombre de edad con un portafolios abultado se dej� caer en el siguiente
banquillo, ech� un r�pido vistazo a la carta e hizo se�as a nuestra
peque�a camarera. Ella se le acerc� contone�ndose, le lanz� su mejor
sonrisa tejana y le dijo: - Lindo d�a, �verdad? El viejo caballero
torci� la boca y le contest� con un gru�ido: - �Qu� tiene de
lindo? La sonrisa de la bella rubia no se inmut�: - Vaya, se�or,
nada m�s intente perderse algo de un d�a como �ste, �y ya ver�! Uno
controla su vida. Si alguien le echa a perder su desfile y le arruina el
d�a, es �nicamente porque uno lo permiti�. Nunca m�s, �de
acuerdo?
REGLA NUMERO DIECIS�IS
Hay que buscar la
semilla del bien en todas las adversidades. Cuando uno domina ese
principio, posee un valioso escudo que lo proteger� bien a trav�s de
todos los oscuros valles por donde tenga que pasar. Es posible ver las
estrellas desde el fondo de un pozo profundo, en tanto que no pueden
distinguirse desde la cima de una monta�a. De la misma manera, usted
aprender� de la adversidad cosas que uno no habr�a descubierto jam�s
sin dificultades. Siempre hay una semilla del bien. Uno debe
encontrarla para prosperar. Aproximadamente un a�o despu�s de que
me ascendieran a la presidencia de la revista �xito Ilimitado de W.
Clement Stone, y con la ayuda de los comerciales de Paul Harvey por la
radio de todo el pa�s, nuestra circulaci�n estaba alcanzando alturas
inexploradas en la gr�fica de ventas que hab�a en mi oficina. Y
entonces comet� un terrible error de apreciaci�n, error que con toda
seguridad no s�lo iba a retrasar nuestro progreso, sino que le
costar�a una fortuna a la compa��a. Apenas me di cuenta de los que
hab�a hecho, telefone� a W. Clement Stone y le solicit� una
entrevista, durante la cual cuidadosamente le relat�, sin quitar ni
poner nada, c�mo me las hab�a ingeniado para enredar las cosas. Stone
escuch� atentamente mis palabras, s�lo me interrumpi� unas cuantas
veces para aclarar determinados hechos, y al terminar, me qued�
sentado all� nada m�s, con la sensaci�n de haberle fallado y en espera
de que cayera la cuchilla. Estaba seguro de que mi carrera como editor
hab�a terminado. Stone segu�a viendo el techo, chup� varias veces el
humo de su largo habano antes de volverse por fin hacia m�, sonriente,
para decirme: �Magn�fico, Og! �Magn�fico? �Se habr�a vuelto loco? Le
acababa de hacer gastar una peque�a fortuna y a la vez le hab�a puesto
en entredicho su querida revista, y me estaba diciendo que magn�fico. No
dije nada, probablemente porque estaba en un estado de conmoci�n
parcial. Luego Stone se inclin� hacia adelante, me toc� el brazo y me
dijo suavemente: "Realmente es magnifico,. Og. Deja que te explique
por qu�". A continuaci�n, el gran hombre se puso a ense�arme una regla
para vivir que me ha sido invaluable durante m�s de un cuarto de
siglo. Con todo cuidado me explic� que aunque se daba cuenta de que lo
que hab�a ocurrido a la revista era una adversidad terrible, estaba
seguro de que, si consider�bamos largo y tendido nuestro problema,
podr�amos encontrar una semilla de bien en toda esa dificultad, una
semilla que podr�amos utilizar en nuestro provecho. Me record� que
cada vez que Dios cerraba una puerta, siempre se abr�a otra, y durante
varias de las horas siguientes examinamos nuestro problema desde todos los
�ngulos posibles. Finalmente, mientras yo anotaba p�gina tras p�gina,
ideamos un plan que no s�lo sirvi� para recuperar nuestra cuantiosa
p�rdida, sino que agreg� mucho a nuestros ingresos por publicidad
durante muchos a�os. Esas horas especiales constituyeron la mayor
experiencia de aprendizaje en mi vida. Uno debe sembrar siempre la
semilla del bien, en cualquier adversidad. No hay una regla para vivir
que sea m�s exigente que �sta, pero, una vez que uno ha aprendido a
reaccionar ante cualquier problema con la palabra "Magn�fico" y luego
se toma el tiempo para descubrir qu� podr�a haber de bueno en el serio
problema que uno tiene, se sorprender� al ver con cu�nta frecuencia se
puede cambiar una derrota segura en una victoria. Samuel Smiles, autor
del primer libro sobre el �xito intitulado Autoayuda a finales del siglo
XIX, dijo que siempre aprendemos m�s de nuestros fracasos que de
nuestros �xitos. Con frecuencia descubrimos lo que s� funciona al
descubrir lo que no funciona, y quien nunca haya cometido un error
nunca ha experimentado la emoci�n de hacer que una p�rdida aparente se
vuelva un triunfo. El principio de transformar los debes en haberes es
tan antiguo como el hombre. Por ejemplo los amigos de Santa Claus, los
esquimales, que se las han arreglado para sobrevivir durante milenios
extrayendo la semilla del bien de su mayor adversidad; convierten las
�nicas materias primas de que disponen, el hielo y la nieve, en igl�es
para guarecerse del fr�o. Un viejo amigo con quien juego al golf dice
que la verdadera prueba da la vida, al igual que ocurre en el golf, no
es el hecho caer en las trampas, sino el poder salir de ellas, como
cuando la pelota ha ca�do entre pasto muy crecido. En los juegos y en
la vida, quienes han aprendido a enfrentar la adversidad son quienes
ganan los campeonatos.
REGLA NUMERO
DIECISIETE
Uno debe darse cuenta que la verdadera felicidad
radica dentro de uno m�nimo. No hay que desperdiciar tiempo ni
esfuerzo en buscar la paz, la alegr�a y el gozo en el mundo externo.
Hay que tener presente que no hay felicidad en tener u obtener, sino
�nicamente en dar. Hay que dar. Compartir. Sonre�r. La felicidad es un
perfume que no se puede escanciar en los dem�s sin que unas cuantas
gotas caigan en uno mismo. Nathaniel Hawthorne nos advirti�, hace
mucho, que era mucho m�s f�cil atrapar una mariposa que el sentimiento
esquivo llamado felicidad. Seg�n escribi�, la felicidad, cuando se
presenta en este mundo, ocurre incidentalmente. Si hacemos de ella el
objeto de nuestra b�squeda, eso nos llevar� a una persecuci�n
infructuosa y nunca la alcanzaremos. Sin embargo, como Arist�teles
declar� ante el mundo: "La felicidad constituye el significado y el
prop�sito de la vida, el �nico objetivo y fin de la existencia
humana". Veamos por ejemplo las hordas que todas las noches se re�nen
en las ciudades en busca de unas cuantas horas de felicidad. �Cu�ntos
millones de d�lares anuales gastamos en adquirir placer de todo tipo?
�Funciona? �Somos felices? recientemente llev� a cabo un experimento
que hab�a estado diciendo que har�a durante a�os. Una tarde soleada,
me instal� en una esquina de la calle Cincuenta y Cuatro y de la
Quinta Avenida en la ciudad de Nueva York y me puse a observar a las
siguientes doscientas personas que pasaron frente a m� en direcci�n al
sur. De acuerdo con mi expectativa, menos de diez iban sonrientes, o por
lo menos que parecieran felices. �Por qu�? Si la felicidad es una
condici�n normal, como la buena salud, �por qu� no somos m�s los que
la disfrutamos? Probablemente no lo estamos disfrutando porque ni
siquiera estamos seguros de saber que es. La mayor�a de nosotros
supone que si se tiene una gran riqueza o un gran poder, deber�amos
ser felices con toda seguridad; sin embargo, conozco a muchos millonarios
que son muy atormentados y solitarios. Hace poco, en un fascinante
crucero por el Canal de Panam� en el Royal Princess, me qued�
sorprendido de ver cu�n pocas caras felices hab�a a bordo de este
elegante transatl�ntico de lujo, Ser mimado, atendido y malacostumbrado
parec�a no significar nada para la mayor�a de los pasajeros. No
deber�a haberme sorprendido. Si los ingredientes de la felicidad no
est�n dentro de la persona, ning�n logro material, ninguna diversi�n
ni ninguna tarjeta de cr�dito "Dorada" puede hacer sonre�r a esa
persona. Thoreau, mi viejo amigo, ten�a mucho que pod�a decir al
respecto, entre otras cosas: "Estoy convencido, a partir de la
experiencia, de que permanecer en este mundo no es un trabajo arduo
sino una diversi�n cuando vivimos con sencillez y sabidur�a. La mayor
parte de los lujos, y muchas de las as� llamadas comodidades de la
vida, no solo son completamente prescindibles, sino verdaderos,
obst�culos para la elevaci�n de la humanidad" �Recuerda usted, amigo
lector, al Caballero Blanco de A trav�s del espejo de Lewis Carroll?
Cuando Alicia lo conoci�, el tipo iba cargado de lujos - una colmena
para atrapar las abejas que pudieran acerc�rsele, una trampa para
protegerse de los roedores, brazaletes alrededor de las patas de su
caballo para protegerlo de las mordidas de tiburones, e incluso un plato
en anticipaci�n del bud�n de ciruela que alg�n alma caritativa le
podr�a ofrecer. Cargado de estos admin�culos, el caballero es un
s�mbolo perfecto de quienes buscan la felicidad juntando dinero,
objetos y bienes ra�ces. �La felicidad... es una mariposa? Tal vez no.
"Muy poco se necesita para hacer una vida feliz", escribi� Marco
Aurelio, "todo se halla dentro de uno mismo, en su manera de pensar".
Uno buscar� la felicidad eterna y fracasar�, a menos que la busque
dentro de s� mismo, en su coraz�n y en su alma, y luego comparta lo
que posee sin pensar en ninguna recompensa. Hay que o�r lo que dice
George Eliot: "Es s�lo un tipo empobrecido de felicidad el que podr�a
derivarse de una preocupaci�n muy grande por nuestros propios placeres
estrechos. S�lo podemos tener la felicidad mayor como la que acompa�a
a la verdadera grandeza, si tenemos una gran consideraci�n y muchos
sentimientos hacia el resto del mundo, as� como los tenemos hacia
nosotros mismos. Este tipo especial de felicidad a menudo trae consigo
tanto dolor que s�lo podemos diferenciarlo del dolor porque es lo que
eligir�amos sobre todo lo dem�s, porque nuestras almas ven que eso es
bueno" Es bueno tener dinero y las cosas que el dinero puede comprar,
pero tambi�n es bueno ponerse una que otra vez a reflexionar para
estar seguro de no haber perdido las cosas que el dinero no puede
comprar. Hay que comunicarse con los dem�s. La felicidad no es sino el
producto secundario de la manera en que uno trata a sus semejantes.
Ahora es el momento de ser feliz. Aqu� es el lugar para ser feliz. Hay
que aprender y comenzar a vivir seg�n las reglas que se le han entregado
a usted, reglas que se le han entregado a usted, reglas que se le
presentaron con mucho amor, y compartir su mensaje con otros que piden
su apoyo. S�lo entonces aparecer� la mariposa y se posar� ligeramente
en su hombro mientras suena la cajita de m�sica. Nunca hubo, ni habr�
una mejor manera de vivir.
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